Algunos amigos, entusiasmados e impetuosos, plantean que la izquierda puede ganar las elecciones de 2021. Y, además, conseguir una mayoría en el Congreso, necesaria para convocar a una Asamblea Constituyente. Nunca es bueno “confundir los deseos con la realidad”, decía Alfonso Barrantes.

Aunque en este país la política es impredecible, tampoco es bueno exagerar. Creer que la izquierda ganaría en primera vuelta es extremar la imaginación y permanecer en su aislamiento. Por ejemplo, como si el Sport Boys pudiera ganar al Barcelona. La campaña de “todos contra el castro-chavismo” empujaría a una feroz y demoledora anticampaña. Sin embargo, otros, menos soñadores, piensan que sí ‘la podría hacer’ en segunda vuelta. Error, porque el reto es el mismo, a menos que el centro político vote por la izquierda en segunda vuelta, conciliando el programa, y conformar un gobierno de centro izquierda.

La táctica electoral no debe ser maximalista si se quiere ser gobierno… o participar en él. La izquierda, con dos candidatos o con uno solo, pero cargando una mochila bien pesada, bordearía entre el 10% y 15% de los votos. Que podrían decidir quién ganaría la segunda vuelta. Esa ventaja la podría aprovechar si muestra coherencia en el combate por el aislamiento del derechismo conservador y autoritario, aliándose con el centrismo político social. Pero con un acuerdo de puntos programáticos y de alianza congresal.

El ejemplo de los gobiernos de Concertación Democrática (CD) en el Chile después de Pinochet (izquierda, centro izquierda y centro) es una muestra de lo que es posible para aislar y derrotar a la antidemocracia, en difíciles circunstancias (1988-2009). ¿Acaso Bachelet y Ricardo Lagos, presidentes de la CD, no eran del partido socialista?

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