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Igualdad de oportunidades
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1. En la lucha contra el rancio conservadurismo, el movimiento de mujeres y el progresismo mantienen su larga lucha por la legalización del aborto, por los mismos derechos (incluidos la unión civil y el matrimonio entre personas del mismo sexo) que con el pasar del tiempo ha agudizado el enfrentamiento, repercutiendo en los ámbitos sociales y políticos.
En este contexto, al hacerse visible la extrema violencia que muchas mujeres sufren en su matrimonio o de sus parejas en general, salvo el ultramachismo que supervive al interior del conservadurismo, la lucha por el derecho del amparo de la justicia a las víctimas mostró una sociedad permisiva hasta entonces de un machismo sin límite. El rompimiento del temor al agresor y al falso pudor superado por las víctimas, y su empoderamiento, es un hecho ya de carácter semejante a la conquista del sufragio femenino a comienzos del siglo pasado.
En realidad, lo anterior tuvo su origen en la desigualdad del poder entre los hombres y mujeres, en la vida de pareja, en el acceso a la instrucción y el trabajo, etc. Es que no tuvieron las mismas oportunidades para conseguir iguales derechos sociales.
2. Ampliando el ámbito de la discusión al conjunto de la sociedad –realmente existente, no en el papel– solo una verdadera revolución (no hay que temer al término) democrática, pacífica y con el apoyo de las mayorías será el inicio de la construcción de un país en que todo(a)s tengamos las mismas oportunidades para conseguir nuestro futuro soñado. Donde podamos esforzamos en conseguir “lo que queremos” y no reducirnos a aceptar “lo que se nos dice que solo podemos”.
Serán la educación, la salud y la satisfacción de las necesidades básicas materiales y de reconocimiento social requisitos para lograr una autoestima colectiva capaz de convertirnos en una sociedad y Estado democráticos, en un país diferente.
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