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Buenos muchachos (y sus vicios)
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Es común escuchar de padres o abuelos, refiriéndose a sus años mozos “éramos unas bestias”, “nos pudimos haber matado”. Creo que esto no se escucha tanto al hablar con madres y abuelas, y, al parecer, la data sustenta este instinto.
Existe amplia evidencia de que los muchachos son más propensos a tomar riesgos. Estadísticamente, los hombres tienen mayores probabilidades a tener accidentes, desde caídas, choques en carros o por consumo de drogas. Esta falta de precaución varonil podría explicar, en una pequeña parte, porque de cada tres fallecimientos de Covid-19, dos son hombres.
Esta inclinación hacia el riesgo parece tener explicación en el cerebro. Específicamente, en cómo el cerebro de los hombres es más sensible a la dopamina (neurotransmisor que generamos cuando estamos haciendo algo gratificante, activando nuestro circuito de refuerzo o recompensa). En los hombres, está sustancia aparece cuando realizamos acciones que involucran riesgo y/o placer.
Este mecanismo, que tenía más sentido en un contexto cavernícola, hoy deja a los hombres jóvenes mucho más vulnerables a la adicción. Especialmente ahora, con el auge de industrias multibillonarias que basan su modelo de negocio en dicho mecanismo: videojuegos, pornografía, apuestas en línea e inversión en bolsa.
Si bien es posible un consumo saludable de cada una de esas industrias, para muchos jóvenes, la línea entre entretenimiento y adicción es más fina que nunca. Además, las grandes corporaciones se benefician económicamente de usos intensivos y compulsivos. Si bien cada uno debe tomar responsabilidad de sus actos, tampoco debemos juzgar demasiado cada vez que un muchacho desarrolla malos hábitos o cae en comportamientos adictivos; después de todo, tiene a industrias multibillonarias y a su propio cerebro jugando en contra.
Lea mañana a: Javier Alonso de Belaunde
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