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Un aniversario y algunas advertencias
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La conmemoración del centenario del armisticio que puso fin a la I Guerra Mundial, celebrada en París el 9-11-18, ha causado muchos debates comparativos sobre cuánto se parece el mundo que condujo a aquella conflagración que dejó millones de soldados muertos y heridos. Un año después del fin de la guerra se firmó el deficiente Tratado de Versalles, considerado por la mayoría de historiadores como la causa del otro gran conflicto que ocurriría tan solo 20 años después: la II Gran Guerra del siglo 20.
De haberse conmemorado el centenario de la I Gran Guerra en su fecha inicial, 2014, habría más optimismo puesto que antes de que el Estado Islámico causara la gran migración de refugiados iraquíes y sirios hacia Europa –ocurrida a partir del siguiente año–, los gobiernos nacionalistas de entonces y los partidos xenófobos del Viejo Continente no habrían aumentado tanto su caudal de popularidad y votos como lo tienen hoy en muchas naciones. Hace cuatro años tampoco existía el factor Trump, quien se comporta como un rival más que como un aliado de los europeos.
Esta realidad obliga a tomar muy en serio lo expresado por Macron en este aniversario: “El nacionalismo es una traición al patriotismo. Al decir nuestros intereses primero, a quienes les importan los demás, borramos lo que una nación aprecia más, lo que le da vida, lo que la hace grande y lo que es esencial: sus valores morales”... “Sé que hay viejos demonios que están regresando a la superficie. Están listos para causar el caos y la muerte”.
Debemos también recordar que las potencias que causaron esta guerra son responsables de la muerte de soldados y civiles en sus colonias africanas y asiáticas, los cuales apenas son recordados por nuestra civilización occidental etnocentrista.
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