(EFE)
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Un Papa latinoamericano llega 33 años después que el histórico y viajero Juan Pablo II (1985), actor y testigo de la caída del comunismo, que nos visitó en la época de terror en el Perú.

El papa Francisco es muy activo en las redes sociales, intenta cambiar la Iglesia, que parece perder creyentes por los escándalos y su alejamiento de la realidad. Es futbolero y sencillo en su uso y tradiciones, tiende puentes de respeto y tolerancia con los musulmanes radicales, y se preocupa por la pobreza en África y las minorías en Asia.

Perú recibe al Papa con beneplácito y alegría, con un pueblo mayoritariamente católico (77% vs. el 90% de hace 20 años). Le da a PPK –quien sigue bajando en las encuestas– una nueva mini luna de miel.

Previo a su llegada, anunció la buena noticia de la intervención del Sodalicio. El fundador Figari y varios dirigentes son denunciados por abuso sexual y maltrato psicológico contra menores de edad; años de “encubrimiento” parecen terminar. Merecen una sanción ejemplar. En Chile pidió perdón y dijo sentir vergüenza y dolor por los abusos a menores.

Su visita traerá 50,000 turistas e ingresos en alojamientos, traslados, alimentación y souvenirs, generando US$180 millones de ingresos. PPK necesita al Papa tanto como el país. A ver si se logra la reconciliación o al menos se aplacan los ánimos para mejorar la gobernabilidad. No queremos un presidente sin autoridad, credibilidad y liderazgo, lo que equivaldría a un ‘lame duck president’; algunos especulan que en estas condiciones no llegaría al final de su mandato.

PPK necesita recuperar capital político; aclarar su relación con Odebrecht está pendiente pese al indulto y vacancia denegada. Con el indulto perdió el apoyo de la fuerza anti representada por la izquierda, y a pesar del apoyo de Kenji y los ‘Avengers’, no parece claro haber allanado el camino con FP. Veremos si Alberto Fujimori juega un rol en ello.

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