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No mates al mensajero
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Matar al mensajero es una frase metafórica que se refiere al acto de culpar a una persona que trae malas noticias en vez de al autor de las mismas. Anteriormente, los mensajes eran enviados por un emisario humano. Un combatiente provocado fácilmente después de haber recibido malas noticias podía desquitar su ira con más facilidad en el mensajero que en el responsable de las malas noticias. El ejemplo aparece en Vidas paralelas de Plutarco (Wikipedia.org).
En el presente vemos casos muy similares con las noticias que se publican en la prensa. Los aludidos se descargan contra el redactor de la noticia y no contra el protagonista de la misma.
Todo lo que hacemos ya en su día lo inventó un griego.
La prensa, a diferencia de las redes, tiene pie de imprenta, o sea autor responsable. En las redes uno puede decir cualquier disparate. Mentir, calumniar, difamar, citar fuera de contexto o simplemente inventar todo de principio a fin y no pasa nada. ¿Y Ud., ilustrado y moderno lector, ya trató de rectificar algo que aparece en redes y que es lesivo a su persona, o a su pareja, o a su orientación sexual o a su perro? ¿Y logró algún resultado? Salvo una mechadera donde no se puede ganar, porque las mentiras allí quedan, ¿y además quién si no es un troll tiene la paciencia o el tiempo de soplarse todo ese rollo? Es por eso que la prensa tuvo y conserva un rol irremplazable a la hora de investigar y de informar. Este principio rige no solo para los periodistas o investigadores que van detrás de alguna declaración o acto calumnioso, delictivo o carente de ética, se extiende también a los columnistas y analistas quienes deben cuidarse mucho de lo que afirman y de dónde sacan su información. Wikipedia es una buena fuente, igual hay que double check para no resbalar.
En estos días de incertidumbre política, aumentada a la N potencia por el ruido de las redes, la prensa tradicional juega un rol indispensable en la publicación de la noticia: el de darnos información que se puede verificar. Y rebatir o contrarrestar. Nadie se esconde detrás de un alias. Los periodistas y columnistas sacamos la cara, o en este caso el nombre, y si alguno miente se juega todo.
Intereses creados pueden intentar embarrar al periodista, intentar matar al mensajero. Los periodistas serios producen miedo porque a menudo exponen negociados escondidos. Es difícil desacreditarlos porque un periodista serio verifica sus fuentes y su información; no hacerlo pondría en juega su commodity más valioso, su reputación.
En EE.UU. ha aparecido un whistleblower –literalmente uno que toca el silbato– para denunciar que Trump llamó al presidente de Ucrania y le ofreció ayuda militar en canje de algo que comprometa al hijo de Joe Biden, su contrincante demócrata. Trump, típico, se lanzó a atacar al whistleblower, intentó matar al mensajero. En cambio, a la opinión pública lo que le interesa saber es qué dijo Trump.
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