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A su manera
“Bernales demostró que se puede hacer política con ética, con ideas, sin radicalismos, con disposición de servir y no de servirse robando”.
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Ayer por la tarde, la noticia de la muerte de Enrique Bernales conmovió profundamente. Quienes lo respetamos, lo consultamos y lo citamos tantos años, todos los que él, generosamente, dedicó a leer el Perú y sus problemas, todos en los que trabajó por sus alumnos y sus lectores, extrañaremos de verdad su presencia y su lucidez.
Él se consideraba un hombre de izquierda, pero al contrario, yo lo vi siempre como un clásico moderno. Lleno de anécdotas y remembranzas filosóficas, riguroso, dialogante, ponderado. Quizá perteneció a una izquierda ideal, capaz de alternar con una derecha liberal, en un país que soñó. Y que tanto le dolió (y duele) no hacer realidad.
Recordarlo en estas líneas, citando una de sus más dramáticas preocupaciones: la política peruana, resulta en estas horas más que pertinente. En el último artículo que escribió para El Comercio, lamenta, a lo largo de nuestra historia, “la ausencia de una clase política capaz de asumir un proyecto nacional”. De trabajar, consensuando, por el bien del Perú.
A manera de despedida, Bernales reflexionó sobre las razones por las que los peruanos fuimos incapaces de construir institucionalidad. Sobre la insidia, el ventajismo, la desafección, la ambición, la improvisación que han caracterizado a nuestros sucesivos gobiernos.
Enrique Bernales se ha ido. Meses antes había aceptado liderar la comisión que prepara los festejos por el bicentenario; es decir, se fue viviendo. Pensando. Trabajando.
En la última entrevista que le concedió a la revista Somos, concluyó diciendo “la tarea es de la juventud, de los jóvenes que tienen que recuperar para sí una política limpia y decente”. Enrique Bernales demostró que se puede hacer política con ética, con ideas, sin radicalismos, con disposición de servir y no de servirse robando o coimeando.
Y será recordado por su vocación docente, por su entrega a la enseñanza, por su preocupación por las carencias del sistema educativo de nuestro país. Era un maestro, un melómano reputado, un apasionado de la ópera, un amante de los libros. Un hombre cultivado.
En la magnífica entrevista que le hizo Beto Ortiz hace tres meses, y que se publicó en Perú21, Bernales resumió con humor y agudeza su amor por el Perú y su preocupación honda, por la forma como se deteriora el liderazgo en estos tiempos. “Elegí una vida muy complicada, he sido un académico muy metido en lo internacional y en la política, ambas cosas demandan muchísima dedicación. Yo aprendí que si tú haces política sin libros, el resultado es Humala”, dijo, en medio de una conversación en la que habló de sí mismo, de su madre y de su barrio.
Pero también de las taras que nos acechan. “Se estima que en el mundo hay 800 millones de personas homosexuales. ¿Los van a tirar al mar? Esa gente produce, tiene dignidad, tiene capacidad de amar. Tiene derechos. Paga impuestos. Y, a veces, ha producido las cosas más bellas en el arte”, sostuvo.
Imagino su frustración, a pesar del optimismo que lo distinguía, al ver el nivel del debate en el actual Congreso, al escuchar los argumentos de los que se oponen al enfoque de género en la educación, al enterarse del contenido de la prédica, el éxito económico y las alianzas políticas de sujetos como el pastor Santana.
Hasta siempre, doctor Bernales. El legado de su sabiduría quedará entre nosotros.
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