"Asumir el fracaso de la llamada tercera ‘Toma de Lima’ como un éxito, responde a una evaluación miope y que, de seguir así las cosas, podría terminar estallándole en las manos al Gobierno con nuevas convocatorias de protesta". (Foto: Presidencia de la República)
"Asumir el fracaso de la llamada tercera ‘Toma de Lima’ como un éxito, responde a una evaluación miope y que, de seguir así las cosas, podría terminar estallándole en las manos al Gobierno con nuevas convocatorias de protesta". (Foto: Presidencia de la República)

No es que los peruanos se hayan hecho demasiadas ilusiones y, al estrellarse estas contra la realidad, comenzaran los lamentos y patrióticos golpes en el pecho por lo que la presidenta ofreció o dejó de mencionar.

No, las expectativas eran modestas, pero al menos se esperaba un poco de pies en la tierra sobre los temas más acuciosos para el país. En uno de los discursos presidenciales más extensos de los que se tiene memoria en los últimos años, el de estas Fiestas Patrias hizo simplemente lingo con una de las preocupaciones medulares de la ciudadanía: la posible llegada de una recesión económica y las medidas que está tomando el Gobierno para remitirla o amortiguar su impacto social.

El anuncio de un plan o una estrategia definida al respecto brilló por su ausencia.

Hizo bien Dina Boluarte al pedir perdón a los deudos de las víctimas de la violencia desatada durante las protestas y desórdenes sociales de diciembre y enero últimos, pues al asumir la investidura presidencial se encontró con un aparato estatal ­–especialmente en lo que se refiere a las fuerzas de seguridad­– prácticamente caótico y descabezado, producto de las maniobras del golpista Pedro Castillo. Recordemos nomás su manoseo en los ascensos policiales, nombramientos estratégicos y choques con el alto mando de las FF.AA.

No obstante, asumir el fracaso de la llamada tercera ‘Toma de Lima’ como un éxito, responde a una evaluación miope y que, de seguir así las cosas, podría terminar estallándole en las manos al Gobierno con nuevas convocatorias de protesta. El trabajo de Inteligencia no puede tomarse un respiro, ciertamente, pero es el aspecto económico el que debe ser privilegiado por este gobierno, para desactivar así esas bombas sociales cuya detonación el extremismo –sobre todo en las provincias del sur del país– tratará siempre de aprovechar.

Entre sus proyectos, faltaron los planes concretos, por ejemplo, en sus ofrecimientos para combatir la ola delictiva que se está tragando al país (lo de armar al Serenazgo, así como anuncio solamente, es una idea para tomar con pinzas), que requiere estrategias más serias y orgánicas, tanto civiles como policiales.

Un discurso, en suma, cargado de buenas intenciones, señalando algunos logros indiscutibles de su corta administración, pero todavía lejos de colmar las expectativas y urgencias de la realidad peruana.