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Jugar a destiempo
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El hemiciclo del Congreso de Diputados español se acaba de convertir en el escenario donde el presidente del Gobierno anunció que se apea del disparatado juego que ideó para reformar la justicia.
Este mismo hemiciclo acaba de ser la tumba del líder de VOX, que se ubica sin tapujos en la extrema derecha española. Su discurso trasnochado y antieuropeísta fue inoportuno y promovió de forma imprudente una moción de censura contra el gobierno porque, en el fondo, lo que perseguía su líder, Santiago Abascal, era el asalto al partido de la derecha española, el Partido Popular.
Nadie contó con el envite de Pablo Casado y su brillante discurso elogiado por el presidente del Gobierno, y calificado por Pablo Iglesias, su vicepresidente de extrema izquierda, de “canovista” (en alusión a Cánovas del Castillo), que es lo mejor que se puede decir de alguien que aspire a liderar una derecha moderada.
Casado agarró desprevenido a Abascal. Buscó de forma muy meditada, como si de un juego de póquer se tratara, guardarse las cartas hasta el final. Él era el objetivo encubierto de la moción de VOX. Pero, jugada fallida. Plantó cara a VOX. “Es la hora de poner las cartas boca arriba”, dijo. “Hasta aquí hemos llegado”. Y “hasta aquí” es su decisión de ocupar sin complejo el amplio espacio de centroderecha.
Ahora bien, todos estos juegos políticos, estas jugadas de póquer inteligentes o previsibles, no han sido capaces de enardecer a la ciudadanía imbuida como está en la lucha contra la pandemia, y atónita ante las cifras que nos vapulean. España ya cuenta con un millón de contagiados. Las muertes se han disparado. Los contagios, no digamos. Y, mientras, los políticos encerrados en su propio juguete, jugando a destiempo.
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