notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Economista

Las recientes postergaciones de Tía María y Quellaveco son graves estocadas sobre nuestro desarrollo. Son lamentables manifestaciones del renovado éxito de quienes se oponen a la minería. En efecto, se aprecia una clara tendencia declinante en las inversiones mineras desde el 2011. Un cálculo conservador nos dice que el costo de los proyectos mineros paralizados en el quinquenio que termina será de cerca de 1.5% del PBI durante la siguiente década.

Se ha dejado de invertir al menos 12 mil millones de dólares en proyectos mineros entre el 2011 y el 2014. Ejemplos incluyen Conga, Galeno, Cañariaco, Shahuindo, Quechua, Hilarión, Haquira, y Michiquillay. Estos proyectos no están paralizados ni por falta de rentabilidad (las cotizaciones de los metales han estado en niveles récord) ni por la "tramitología" (la mayoría tenía ya sus permisos y estudios aprobados). La paralización de estos proyectos ha sido la directa consecuencia de la cerrada, y absurda, oposición de los antimineros disfrazados de defensores del medio ambiente, y de la patente inefectividad del gobierno para hacer respetar el Estado de derecho.

De haberse ejecutado estas inversiones, en el 2015 hubiéramos podido producir cerca de 650 mil toneladas adicionales de cobre y 870 mil onzas de oro. Como comparación, la producción anual de cobre de Toromocho será de 250 mil toneladas. Asimismo, los proyectos paralizados nos hubiesen permitido incrementar las exportaciones en aproximadamente 5,500 millones de dólares anuales, y haber generado cerca de 120 mil puestos de trabajo formales. Por otro lado, el fisco dejará de percibir cada año al menos 1,500 millones de soles en tributos mineros. Finalmente, la mayor producción minera hubiese permitido incrementar el PBI del Perú en cerca de 3 mil millones de dólares cada año durante la siguiente década. Así, el costo de la paralización en la minería es equivalente a 1.5% del PBI.

Claro está, el costo de la paralización minera es mayor pues no estamos contabilizando la pérdida del principio de autoridad por parte del Estado, ni el efecto contagio de menores inversiones en otros sectores, ni el costo potencial de juicios contra el Estado peruano por incumplir sus compromisos, como en el caso del proyecto Santa Ana en Puno.

El Perú ha sido bendecido por la naturaleza con enormes riquezas minerales. Tenemos las mayores reservas mundiales de plata, las segundas de cobre, y el Perú está entre los cinco países con mayores yacimientos auríferos, de plomo y zinc en el mundo. ¿Qué explicación les daremos a las generaciones futuras sobre nuestra decisión de no explotar nuestra riqueza mineral antes de que el progreso técnico la haga desaparecer? ¿Cómo les explicaremos a nuestros hijos nuestra elección de seguir abrazando la pobreza y el subdesarrollo?