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¿Defensor de quién?
El tema no es lo que diga Gutiérrez, por supuesto, sino lo que realmente hará una vez sentado en su nuevo escritorio.
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El último fin de semana el nuevo defensor del Pueblo, Josué Gutiérrez, se paseó por los medios para pregonar lo que insistió en su discurso al asumir el cargo: que “la Defensoría tiene que ser independiente de cualquier ideología”. Pero igual agregaba, ni bien se le planteaba la pregunta, que tenía “un respeto muy grande por Vladimir Cerrón”, padrino de su polémico nombramiento.
El tema no es lo que diga Gutiérrez, por supuesto, sino lo que realmente hará una vez sentado en su nuevo escritorio. Es decir, atender cuestiones gravitantes sobre eventuales violaciones de los derechos humanos, pronunciarse sobre casos de corrupción e intervenir en la designación de miembros de la Junta Nacional de Justicia.
Cerrón, por otro lado, no es necesariamente un líder al que le gusta ser baipaseado por sus socios, menos si estos le deben los cargos públicos que lograron alcanzar, como sucedió con Pedro Castillo. Recordemos que el expresidente proclamó alguna vez que al condenado por corrupción y dueño de Perú Libre no lo quería ni como portero de Palacio… y, sin embargo, Cerrón terminó poniendo ministros, así como medianos y altos funcionarios en el Estado.
A la luz de las relaciones tan estrechas que ha tenido y tiene Gutiérrez con estos dos personajes, es que las sospechas se han disparado. Y, por si fuera poco, esta semana se supo, asimismo, que había servido de mensajero del golpista hoy confinado en la Diroes, cuando este necesitó reclutar técnicos para el gabinete. Prácticamente como un ‘Corre-ve-y-dile’ palaciego, oficioso y obsecuente.
Cabe preguntarse, entonces, si este funcionario, medular para la legitimidad de nuestra democracia, sabrá actuar de manera autónoma, independiente y con criterios propios, cuando las circunstancias lo exijan. Porque más allá de si tiene o no credenciales suficientes, también ha levantado justificadas suspicacias el hecho de haber sido elegido en el Congreso gracias a un oscuro pacto bajo la mesa con el fujimorismo: a no dudarlo, la liebre no tardará en saltar. Y en ese momento se sabrá a cambio de qué se le otorgaron esos impensados votos.
Que instituciones tutelares de la nación, como la Defensoría del Pueblo, caigan en manos de profesionales de dudosa reputación es gracias a políticos siniestros o representantes elegidos por el pueblo a quienes poco les importa el futuro del Perú.
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