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Hora de la verdad
Como se sabe, Oscorima es un empresario que se mueve con soltura en el rubro de casinos, salas de juego y tragamonedas. Hasta donde se conoce ese es el origen de su fortuna.
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Laudable la acción decidida de la Fiscalía al incautar ayer los tres relojes Rolex que el cuestionado gobernador ayacuchano Wilfredo Oscorima, entregó a la presidenta Dina Boluarte, dizque a título de “préstamo”, esto según reciente justificación presentada por sus abogados.
Una intervención que podría significar el inicio del fin de las andanzas de esta osada autoridad regional que no ha tenido empacho en otorgar dádivas similares a altos funcionarios del Poder Judicial y de otros gobiernos regionales y quién sabe si hasta parlamentarios en actividad. Nos referimos, para quien no lo tenga claro, a los costosos “regalitos” que acostumbra a repartir entre los amigos o posibles aliados estratégicos de su gestión y, cómo no, de sus prósperos negocios en la zona.
Como se sabe, Oscorima es un empresario que se mueve con soltura en el rubro de casinos, salas de juego y tragamonedas. Hasta donde se conoce ese es el origen de su fortuna. Aunque su abogado en Lima ha recorrido los medios intentando defender la generosidad de su patrocinado, la legitimidad de esos supuestos “préstamos” sin fecha de vencimiento o devolución, lo cierto es que la gobernatura ayacuchana tiene mucho por explicar.
Y no solamente sobre el caso Rolex, sino porque ahora toda su historia financiera será revisada por las autoridades, como la Contraloría, la Sunat, la UIF y el Ministerio Público. Pero no solo sus cuentas serán examinadas, también su actual gestión en Ayacucho, sobre todo su manejo de los presupuestos asignados para obras públicas.
El pasado martes 9, el amigo de la presidenta se presentó ante la Comisión de Fiscalización del Congreso, y decidió guardar silencio a las interrogantes de los legisladores. Parecerá contradictorio, pero es una actitud más que expresiva en torno a los cuestionamientos que han surgido alrededor de sus relojes y demás actividades. Su única y lacónica respuesta fue cuando le preguntaron si en su declaración jurada figuraba su colección de relojes, alegando que el Ministerio Público ya se estaba ocupando del caso.
En suma, entre Oscorima y Dina Boluarte han echado un velo de sospechosa opacidad sobre un tema que debería aclararse de inmediato. Son demasiadas incógnitas que se van sumando alrededor de un episodio que podría haber quedado en lo anecdótico si no se hubieran encadenado tantas inconsistencias en una narrativa que, a estas alturas, ya nadie se traga.
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