Homenaje a Julian Assange

“Siempre quedará en la conciencia de miles de medios de comunicación y periodistas del mundo que avalaron esta injusticia y abuso, muchos con sus silencios y otros con el olvido”.
Richard Arce

No puede pasar desapercibida la liberación de Julian Assange, el periodista que se atrevió a publicar en WikiLeaks el destape de información confidencial del gobierno de EE.UU. y otros países poderosos sobre temas sensibles como la guerra en Iraq y las incursiones militares en el mundo.

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Después de 12 años que estuvo privado de su libertad, que tuvo una primera etapa en el asilo en la embajada ecuatoriana en Londres, y después con la decisión del presidente Lenin Moreno fue entregado a la Policía inglesa para que sea recluido en una cárcel de máxima seguridad a la espera de la decisión de extraditarlo a los EE.UU., para que supuestamente responda a la justicia americana por delitos que buscaban conducirlo hasta a una pena de muerte.

No le iban a perdonar que se haya atrevido a dar a conocer al mundo las miserias de los gobiernos poderosos del mundo y la hipocresía en sus discursos y posiciones políticas en temas tan sensibles como las incursiones militares en territorios extranjeros, con pretextos como la existencia de supuestas “armas de destrucción masiva”, que nunca pudieron probar y menos ratificar para justificar las posteriores invasiones militares.

Assange nunca debió haber vivido este vía crucis, privado de su libertad por 12 años. Al contrario, debió de haber sido reconocido por cumplir su labor periodística de decir la verdad e informar al mundo, sin ambages, con pruebas validadas, protegiendo sus fuentes como corresponde a los cánones de la función periodística, que, por supuesto, protege también al mensajero y que, en su caso, más bien, lo dejaron solo, a merced de sus verdugos, que se ensañaron con él.

Siempre quedará en la conciencia de miles de medios de comunicación y periodistas del mundo que avalaron esta injusticia y abuso, muchos con sus silencios y otros con el olvido. Se suponía que la sacrosanta libertad de expresión es innegociable y que la esencia del periodismo está cimentada en esa libertad, que en el caso de Assange no valió nada; al contrario, se ensañaron con él y lo persiguieron.

Hoy está en casa en Australia, con su familia. Pudo conocer a sus hijos y tratar de recuperar el tiempo perdido; no estoy llorando, solo que se metió un poco de esperanza en el ojo, y desde esta humilde columna hago un homenaje a la distancia a Julian Assange por su valentía para decir la verdad y ser perseguido por ello.

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Patricia del Río - entrevista completa


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