Edición secuestrada

“Hay escritores (Emily Dickinson es su santa patrona) que solo piensan en la redacción de su obra y no en su difusión”.
Edición secuestrada

Una edición secuestrada es aquella que, por diversos motivos, está fuera de circulación. A veces un escritor le paga a una editorial para publicar un libro, esta imprime varios cientos de ejemplares, pero no los distribuye en librerías ni se encarga de informar de su existencia a los medios de comunicación. Así, ni la crítica ni el público tienen acceso a la obra, y el autor se encuentra con que, en sentido estricto, no ha publicado un libro: solo tiene un montón de papel impreso. Puede suceder lo mismo si el autor no le ha pagado a la editorial. Puede ocurrir que la desidia o la ineptitud frustren el ciclo natural del libro, que debe terminar en manos de sus lectores.

Hace menos de un año el Fondo Editorial de la ENSAD editó Doce obras de teatro sobre el Perú y otras mitologías, de Alfonso Santistevan. En la semblanza que lo precede, Alberto Ísola declara que estas piezas “han pasado a ser parte de las mejores páginas de nuestra dramaturgia”. El volumen, de 761 páginas, es más que recomendable. Su precio, 15 soles. Y no se encuentra en librerías. El lector tampoco hallará en ellas, por ejemplo, Ciertas formas del fuego, poemario ganador del Copé de Oro, de Daniel Arenas. En este caso Petroperú decidió que el comprador debía adquirir cuatro (!) libros juntos, y que las librerías debían comprarlos si querían ofrecerlos, en vez de recibirlos en consignación, como es lo usual. Por eso, cuando Petroperú no los vende en una feria, este volumen de poemas y otros textos premiados reposan en algún almacén estatal. También las ONG pueden imprimir libros que no circulan. Desco solo entregó sesenta y cinco ejemplares de El orden tutelar, de Guillermo Nugent, a Humberto Damonte, el distribuidor (tal es la versión que este le dio a Abelardo Oquendo). Si bien es cierto que se puede acceder a este libro premiado en la web, solo estuvo en librerías menos de una semana y aguarda una segunda edición. Lamentablemente podríamos continuar con más ejemplos.

Hay escritores (Emily Dickinson es su santa patrona) que solo piensan en la redacción de su obra y no en su difusión. Esto es infrecuente. Lo natural es que un libro sea gestado para la difusión y el diálogo con invisibles lectores desconocidos. Si no cumple ese destino, si su edición es secuestrada, estamos ante una suerte de coitus interruptus que, contra natura, roba el placer y la vitalidad a ambas partes, autor y público.

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