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Helios entre Aristóteles y Macchiavello
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Victor Andrés García Belaunde,CongresistaEn estos días recordaba, a raíz del escándalo Helios, calificado como "megacaso" y "faenón" por Avelino Guillén, el artículo Dimitir en otras lenguas publicado el año pasado en El País de España, que, entre otros cosas, decía: "No se trata de creer en culpabilidades ni en limpiezas del alma, sino de evitar más debilitamiento político en caso de que el ministro sea procesado o aparezcan nuevos datos".¿Por qué Wulff en Alemania o Cahuzac en Francia hicieron lo que Cornejo en Perú es incapaz de hacer? ¿Por qué en el país la renuncia llega con sangre?En un caso como Helios, es cierto que los delitos los califica el Poder Judicial y este proceso toma tiempo. Sin embargo, lo ético es transversal y salta a la vista ipso facto, y afecta a los responsables y a su entorno de manera inmediata. Si Helios socava a Cornejo y Cornejo trabaja con Humala, Helios golpea al presidente. Y una autoridad débil pierde adeptos y seguidores, y crea una ola de descontento que se transforma en inestabilidad.
Algunos analistas hablan de no mezclar la ética con la política, cuando tradicionalmente se ha considerado a la ética parte fundamental de toda profesión, en especial de la política, que está encargada de regular a todas las demás profesiones. De ahí que la Ética de Aristóteles sea la primera parte de su obra y la Política la segunda, como dos caras de la misma moneda.Por eso, quien propone separar la política de la ética solo revela su amor incondicional por Macchiavello.
Las ideas de esta doctrina cínica y nefasta, de una política sin ética, están diseñadas en El príncipe, donde se considera a la ética una traba para el quehacer político eficiente, con lo que se avala la inmoralidad y cualquier estrategia que ayude a los gobernantes a mantener el poder sin importar el costo ni el precio.
Al final, quien paga las consecuencias de estas ligerezas y vivezas es el gobernante, y no el designado, pues la historia solo recuerda al elegido. Creo que es ilusorio defender la división entre la ética y la política, y se hace inmoral promover un tipo de política enajenada o alejada de la ética, promoviendo la imagen del político sin valores y egoísta como si fuera normal. Algo así como cuando los justicialistas en Argentina, en plena Plaza de Mayo, gritaban a todo pulmón "ladrón o no ladrón, queremos a Perón", lo que, aplicado hoy en día al Perú, podría ser "pendejo o no pendejo queremos a Cornejo".
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