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[Opinión] Gabriel Ortiz de Zevallos: “Firmes y felices por la desunión”
“De nada sirve tener razón si eso nos conduce a un estado peor o muy riesgoso. Mi padre me advertía que debía usar la inteligencia inteligentemente, lo que se convirtió en un ancla fundamental”.
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Recibimos el bicentenario con dos extremos contradiciendo el lema que inició la República y confabulando sobre cómo destruirse. Hay explicación para temores y actitudes, más o menos fundadas. Creo que, mientras más complejo es el reto, más importante es entender si las preguntas y temas priorizados son los más sensatos. De nada sirve tener razón si eso nos conduce a un estado peor o muy riesgoso o inestable.
Mi padre me advertía que debía usar la inteligencia inteligentemente, lo que se convirtió en un ancla fundamental para enfrentar el reto más duro de mi vida, cuando mataron a mi esposa teniendo mis hijos 6, 4 y 1 años. Razones sobraban para odiar al asesino y querer saber los detalles, pero habría consumido energías que necesitaba para darles a mis hijos parte de lo que les habían arrancado de cuajo. Mi objetivo y promesa a mi esposa fue que mis hijos llegarían a estar bien, conocerían a su mamá a través de todo lo que me fuera posible, y creceríamos por encima de la tragedia para hacernos más fuertes, con amor y humor, parte de su legado. Han pasado 21 años y no conozco el nombre del asesino ni detalles del asalto. Mis hijos tienen mucho de su mamá, varios logros y una conciencia de que el dolor se puede atravesar hacia un equilibrio que integra la pérdida y el dolor a una mayor fortaleza, sensatez y ganas de aprovechar lo bueno de la vida. No ha sido nada fácil, pero se pudo.
Hago esta confesión para que se entienda mejor por qué creo que, en una situación dura e incierta, al margen de si es personal o colectiva, o de cuánto miedo u otras emociones nos genere, necesitamos tener dos cosas muy claras: una visión realista de un nuevo equilibrio estable y qué principios nos guiarán cuando todo se sienta oscuro e incierto en el camino.
No me parece realista un equilibrio estable si el Perú que votó por Castillo no se siente más escuchado. Tiene derechos ya reconocidos por esta Constitución, pero son papel y tinta. Garantizar derechos requiere un Estado presente que gaste bien la plata de los contribuyentes. No lo tenemos, como informa la Contraloría esta semana y se comprueba en la gestión del propio Perú Libre en Junín. El factor que puede haber dividido más al Perú es la carencia de Estado ahí donde se le necesita, como relata el último artículo del blog Nomehagoresponsable de Javier Basadre.
Respecto a principios que nos guíen en la incertidumbre, apostaría por recordar lo que nos une; confrontar ideas con respeto y más pragmatismo que ideología; y mostrar cariño por lo que somos como país, reconociendo errores, carencias y desencuentros. La columna de esta semana de Valerie Vásquez de Velasco es un buen inicio. Ojalá usemos nuestras inteligencias inteligentemente.
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