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Formalismo draconiano
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Más de 400 candidatos de todos los partidos han quedado fuera de carrera para las elecciones de enero. Varios han sido retirados por mentiras flagrantes y dolo evidente al ocultar información crucial en sus hojas de vida, pero otros han sido excluidos por simples errores que eran fácilmente comprobables con un cruce de información en Registros Públicos.
Nuevamente, el exceso de formalismo en la ley y su aplicación ha cobrado víctimas innecesarias, recortando el derecho a la participación política, que es bastante superior a cualquier otro que haya estado en juego durante el proceso de inscripción. Esto lo comenté cuando se excluyó a Julio Guzmán en 2016 y ahora lo repito, a pesar de que un buen número de los excluidos se encuentran en mis antípodas políticas.
Nos hemos acostumbrado tanto a celebrar todo lo que se asemeje a un castigo o sanción que hemos normalizado que una formalidad sea más relevante que el derecho fundamental a la participación política. Eso no tiene ningún sentido dentro de la mirada amplia de las cosas.
Además, el argumento de que el formalismo ayuda a mantener informado a los electores es irreal. ¿Cuántos revisan la hoja de vida publicada en el JNE? Los candidatos mismos se encargan de divulgar lo bonito, mientras que los rivales y la prensa hacen lo necesario para que lo feo no pase desapercibido.
Entiendo que debe haber límites, pero retirar a un candidato tiene que ser la última opción, únicamente si es irrefutable que intencionalmente ha ocultado información que pondría en riesgo su candidatura. ¿Cómo así no declarar un bien inscrito en Registros Públicos trae ese riesgo? Ni siquiera debería haber sanción por no declarar información que ya está en una base de datos pública.
No dejemos que el formalismo y burocratización nos esclavicen.
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