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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Esta semana, en el evento Logros y Retos del Desarrollo Económico y Social del Cusco, organizado por el IPE, Roberto Abusada hizo un interesante análisis del desarrollo humano de esta región.

Tras explicar hallazgos como que los ingresos laborales crecieron 177% del 2001 al 2014, y que el gasto de las familias en los últimos 10 años se incrementó de manera más equitativa, concluyó afirmando que "el progreso del Cusco depende de la capacidad de los cusqueños de hacer que su sector público y su sector privado trabajen coordinadamente".

El detalle es que, para que ambos sectores coordinen, sobre todo en grandes proyectos extractivos y de infraestructura, se requieren puentes, que se construyen con política.

La buena noticia es que, como dice Carlos Ganoza, hay un enorme espacio donde la derecha y la izquierda deberían coincidir, y es en la necesidad de una burocracia competente y autónoma. No más, sino mejor burocracia. Y es allí, cuando convergen objetivos de eficiencia y equidad, que los políticos deberían estar construyendo puentes mínimos.

La mala noticia es que no se ve en las nuevas caras de la política, como la de Verónika Mendoza, esa capacidad. Ella, por ejemplo, se muestra reacia a aceptar el aporte de las actividades extractivas al desarrollo humano, siendo su "gran" plan económico diversificar la economía de la mano de una burocracia planificadora, algo que rememora, como dice Tafur, a Alan I.

Las ideas de Mendoza no solo están reñidas con la realidad, siendo Cusco un buen ejemplo del aporte de la inversión privada al desarrollo humano, sino que desconocen que la "nueva clase trabajadora" por representar en este país son los emprendedores, que lo han construido creando valor de espaldas al Estado. Venderles a ellos la idea de una burocracia planificadora es apostar a perdedor. Tal parece que los puentes seguirán bloqueados, y que por ahora deberemos esperar su construcción por el "elenco estable".