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Fernando Cáceres: ¿Agrandemos el estado?

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Hace algunos días, David Rivera planteó en El Comercio que habría que preguntarse si parte de la ineficiencia pública está relacionada con el tamaño del Estado. Es evidente que hay gasto público innecesario y eficiencias que podrían lograrse sin expandirlo. También, que hay espacios donde debería haber Estado y no lo hay. Pero, dejando de lado estos casos, lo más interesante, tras su comentario, es evaluar si como sociedad deberíamos apuntar a expandir nuestro Estado, para lo cual obviamente habría que incrementar impuestos y adoptar más políticas redistributivas, cuyo paradigma es el Estado de bienestar escandinavo.

Un reciente libro de Nima Sanandaji, Scandinavian Unexceptionalism, muestra que es un error atribuir al Estado de bienestar escandinavo virtudes como el crecimiento económico, la reducción de la desigualdad y la baja pobreza, pues precedieron a este. Se generaron desde las últimas décadas del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, bajo mercados más libres y un Estado pequeño o moderado. Más todavía, encuentra que estos factores empezaron a deteriorarse con la expansión del Estado de bienestar escandinavo y el alza de impuestos correspondiente, a partir de los 60.

Además, Sanandaji halla patrones que llevan a pensar que es el propio orden social nórdico de confianza y responsabilidad el mayor responsable de su admirado desarrollo. Así, por ejemplo, menciona que los hijos de inmigrantes escandinavos que viven en EE.UU. tienen 20% más de ingresos y la mitad de pobreza que los propios norteamericanos. Aunque es poco probable convencer de las virtudes de la libertad económica a quienes creen en la virtud de agrandar el Estado, lo más relevante es considerar que, sin los patrones culturales nórdicos, y dentro de un orden social de desconfianza y baja responsabilidad como el peruano, un experimento de Estado de bienestar no nos llevaría hacia niveles nórdicos, sino griegos. Apuntemos en otra dirección.