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Esther Vargas: Larga vida al trol (Bienvenida, paciencia)
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Esto se acaba; pero, en verdad, no termina. Si en 2011 conocimos el «poder» de las redes sociales para rompernos la paciencia, este 2016 nos mostró lo nauseabundo que puede ser un trol en campaña. Hay, al menos, tres especies en la red:
1. El que lo hace a sueldo: su chamba es insultar, destruirte, rebuscar en tu vida (tus tuits) y amargarte la existencia. Primero, te busca el «habla» y, luego, te ataca. Su propina sale de la caja chica. Se dice que todos los partidos tienen su apartado para este rubro. No hay forma de demostrarlo. Pero son claves en campaña y en momentos de crisis.
2. El que lo hace por pasión: a este chico o chica le entusiasma la causa (partido o candidato) y quiere destruir a todo aquel que piense distinto, así que despierta cada día con ese propósito. Es posible que con el tiempo sea captado o se alinee a la agrupación que tanto defiende.
3. El que busca un empleo en el futuro cercano: de una manera u otra, está ligado al partido en cuestión, no cobra, lo hace «para ayudar» y está insertado o colgado del equipo de redes sociales; pero sabe que si todo sale bien, será recompensado, como se pagan estas cosas: con una chambita en el Estado.
Las tres especies —cubiertas bajo el anonimato, casi siempre— me parecen tóxicas, porque buscan destruir al oponente con mentiras y golpes bajos. Y sí, las guerras son así. Las campañas electorales son así. Las ideas ya ni cuentan en los debates. Es el ataque. Y se cuestiona al otro por no replicar como pitbull.
Las redes sociales son un ring de box, un fiel reflejo de la sociedad egoísta, que no sabe dialogar, que no quiere escuchar, que no ha aprendido a discutir y que no tolera la opinión discrepante, el éxito del otro, el aplauso. En campaña electoral, y en momentos varios, como la aparición del Zorro Zupe en El valor de la verdad o la última de Yahaira (agreguen cualquier historia de Tilsa, Esto es guerra o lo que quieran).
En Twitter y en Facebook, puede ser más popular el que pega más, así pegue con mentiras, y en ese escenario, los que no están acostumbrados al insulto y al barro deben sobrevivir. ¿Vale la pena? Sí. Porque las redes sociales son un termómetro para entender al país y el mundo. Pero no hay que dejar de recorrer el país y el mundo.
Sobrevivir a los troles puede ser un buen ejercicio de tolerancia, paciencia y autocontrol. Bloquear es tan sano como no consumir mucha sal. No entrar en debates estériles es tan recomendable como dejar de beber gaseosas y salir a correr. Gane quien gane estas elecciones, vamos a tener troles (ahora oficialistas) que harán la guerra a los periodistas independientes, que no permitirán cuestionamientos, que no admitirán críticas, que te dirán prensa basura o solo basura (si no eres periodista).
Por eso, hay que aprender a sobrevivir con estas especies nativas de Internet. Larga vida al trol. Bienvenida, paciencia.
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