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Se necesitan no especialistas
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Niels Bohr afirmó que predecir es muy difícil, especialmente si se trata del futuro, y Lao Tzu, que los que saben no predicen y los que predicen no saben. Por eso los que anticipan lo que aún no ha ocurrido generan tanto temor y fascinación. No hay personaje poderoso que no haya buscado a sus adivinos y oráculos.
La incertidumbre de nuestra época atañe a la semana que viene y en los últimos dos años se han concretado escenarios supuestamente imposibles, por lo menos en la mente de los expertos. Pero, justamente, cuando se estudia miles de predicciones de economistas y politólogos sobre posibilidades que pueden o no materializarse, muestran ser horriblemente malos, mucho peores que personas de a pie, no especialistas.
Cada vez más agentes políticos y económicos recurren a lo que se llama un mercado de predicciones, en el que las personas apuestan alrededor de ocurrencias futuras de todo tipo: crisis económica general, caída de una empresa, elección presidencial o guerra nuclear entre los EE.UU. y Corea del Norte.
Uno puede ir variando sus apuestas según la información que se va acumulando y la dirección de las mismas es un excelente predictor del porvenir. Sobre todo cuando se conforman equipos con gente común y corriente que tiene cierta formación académica, alto nivel de curiosidad, inteligencia fluida y flexible, alto grado de motivación y gusto por buenas conversaciones.
Encuestadoras, grupos focales, paneles de expertos, ONG o partidos políticos —todos de alguna manera con posiciones tomadas, conflictos de interés, sesgos cognitivos e inercia intelectual— no pueden competir con un grupo de personas recorriendo Internet, mirando, escuchando y conversando entre ellos.
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