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Escoger a los 65
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La semana pasada hice una reflexión sobre la decisión vocacional. Días más tarde fui testigo de una conversación entre un médico, de los que hacen emerger a la persona y no la enfermedad, y alguien que ingresa en la tercera edad, al mismo tiempo que deja un trabajo que comenzó a los 19 años.
Luego de hacer un balance de la salud física e intercambiar ideas acerca de rutinas de alimentación y ejercicio, llega el momento de abordar el vacío que deja una vida profesional que estuvo llena de riesgos, decisiones, crisis, sacrificios, logros y éxito; plena de conducir gente de manera justa y firme, consolidar una marca en la mente del público y mantener una reputación impecable.
La familia y los amigos ya tienen un lugar, importante, y tampoco se trata de interferir con sus vidas o generar dependencias.
Un pasatiempo, un compromiso, una segunda oportunidad para aprender y hacer lo que uno nunca hizo o dejó de hacer hace mucho. Es lo que viene a la mente: pintura, voluntariado, rompecabezas, un pequeño negocio, ofrecer a los que comienzan la experiencia acumulada.
La extensión del ciclo vital plantea algunos retos no tan distintos a los 17 y a los 65. Recordé mi experiencia con los adolescentes norteños en busca de una carrera. En ese momento el médico dijo: “la gente piensa que ciertas actividades nos caen encima, que ciertas vocaciones se anuncian como voces solemnes viniendo de la nada, pero uno tiene que crearlas, lidiar con ellas, lucharlas, darse el tiempo para explorarlas.” Lo que hacemos cuando nos jubilamos o cuando nos graduamos de la escuela es producto de un proceso, no de un amor a primera vista.
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