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Colmenas virtuales
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“Somos 25 puntas”, me dice un joven de 24 años con su usual timidez. “Nos conocimos” —virtualmente, claro está— “en una comunidad relacionada con un juego, Paragon, que cancelaron sus desarrolladores. Varios son asiáticos, hay europeos y norteamericanos. Un argentino, un ecuatoriano y yo somos los únicos latinoamericanos”.
Él está terminando de estudiar animación 3D y efectos visuales. “Me encargo de la iluminación. Trabajamos en las noches y los domingos, cada quien en las tareas que nos hemos distribuido y la cosa va tomando forma, poco a poco”, afirma, esbozando una sonrisa que siempre parece estar, como todo él, en modo de baja intensidad.
Y luego comienza a explicar que, una vez lista la primera versión, iniciarán un testeo alfa —interno, entre ellos— y que en el beta cerrado ya hay 1,500 inscritos —serán los primeros extraños que probarán el juego—, irán apareciendo trailers en Facebook y luego el beta abierto para quien quiera cargarlo. “Ya estamos conversando con una empresa, de las grandes, para que haya una versión en algunas de las plataformas de consola”, me dice orgulloso.
Es probable que haya muchos miles de grupos en el mundo, en este mismo momento en que escribo la columna, integrados por jóvenes que no llegan al cuarto de siglo, que trabajan de manera distribuida, emprendiendo, en una suerte de colmena virtual, alguna aventura como la descrita, de manera paralela a sus estudios o trabajos.
¿Hay muchos en el Perú? Probablemente más de lo que nos imaginamos, pero no aparecen en el radar de las redes sociales ya tradicionales, ni de los especialistas en recursos humanos. ¿Tendrán éxito? Eso esperan ellos, pero no parecen obsesionados con ello. Un tema apasionante que seguramente será tratado en el cercano primer CADE Digital.
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