"¿Richard Swing fue asesor del presidente y este quiere ocultarlo? No pareciera; de ser así, el cantante no hubiera ingresado a Palacio 6 sino 60 veces, o más, en un año".
"¿Richard Swing fue asesor del presidente y este quiere ocultarlo? No pareciera; de ser así, el cantante no hubiera ingresado a Palacio 6 sino 60 veces, o más, en un año".

Ayer, la Fiscalía metió en los calabozos de la , ubicados en la Prefectura de Lima, a y ocho funcionarios de este gobierno: cuatro de ellos estrechamente vinculados a hasta hace dos semanas; el resto, simples trabajadores del , la entidad que por orden del presidente contrató al cantante conocido como Swing.

La fiscal anticorrupción a cargo del caso quiere que uno de los detenidos se quiebre y confiese: hasta donde se sabe, la exministra Patricia Balbuena recibió en su momento una llamada de Mirian Morales, entonces secretaria de Palacio de Gobierno, para decirle, de parte del presidente, que encontrara la forma de contratar a Richard Swing en su ministerio. Comedida, Balbuena le encargó al secretario general de Cultura, Jorge Apoloni, que encontrara la forma de darle legalidad a la contratación, es decir, que hiciera lo necesario para que el perfil de Swing calce con algún puesto en esa entidad pública. Apoloni tuvo que volverse cirujano plástico para que el CV de Richard Swing se adecuara al perfil de uno de los puestos de esa cartera. Y fue, precisamente, de esa cartera de donde salieron los 175 mil soles que Swing cobró por un servicio, hasta el momento indescifrable, prestado al presidente del Perú.

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El secreto que se esconde detrás de esa contratación estuvo a punto de sumir al país en una crisis política de gran envergadura cuando, hace unas semanas, el quiso vacar al presidente usando como pretexto las conversaciones en las que él y sus secretarias tramaban cómo borrar de los archivos palaciegos la cantidad de veces que Swing ingresó a Palacio para reunirse con el mandatario.

¿Richard Swing fue asesor del presidente y este quiere ocultarlo? No pareciera; de ser así, el cantante no hubiera ingresado a Palacio 6 sino 60 veces, o más, en un año.

¿Por qué el presidente se involucra, entonces, al punto de construir un delito al que arrastra a su entorno laboral más cercano? ¿Acaso el encargo que cumplió Swing fue algo delictuoso? ¿O “pecaminoso”? ¿Por qué necesita taparlo?

En todo caso, Swing tampoco quiere revelar la razón de tanto sigilo: cuando se hicieron públicos los audios grabados por , el cantante reaccionó desmintiendo sus propias palabras y acusando a Roca y a su abogado de estar coludidos con el congresista antaurista –un sujeto en el que tampoco se puede confiar dadas las acusaciones fiscales que enfrenta–, declarado enemigo de Vizcarra.

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El punto es que lo que sea que haya ocurrido y que el presidente cree que debe tapar, ha escalado a dimensiones extravagantes.

Hasta hace 20 años, la justicia en el Perú era cortesana. Los poderosos que cometían delitos muy rara vez respondían. Cuando cayó el gobierno de Fujimori y Montesinos, el sistema de justicia en el Perú dio un primer y determinante paso en su propia transformación; a partir de los vladivideos, cayeron presos y cumplieron condenas jueces, fiscales, generales, almirantes, empresarios, funcionarios de alto rango y, cómo no, políticos corruptos.

En estos días, el caso Lava Jato nos ha confirmado que ya no hay miramientos; ahora tanto los débiles como los poderosos pueden ser objeto, según el cristal con que se mire, de la arbitrariedad, el exceso de celo o la pertinente diligencia de la Fiscalía.

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