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Siempre las gallinitas
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Perú ha solido ser muy tibio en política exterior. Por ejemplo, nuestro país no le declaró la guerra a Alemania en la 1GM inmediatamente después del prepotente hundimiento del mercante nacional Lorton por un submarino germano, frente a España en 1917, aunque meses después decomisó cargueros teutones acoderados en el Callao, de donde se robusteció la Compañía Peruana de Vapores. Y si bien Prado fue el primer gobernante latinoamericano en apoyar a EE.UU. tras Pearl Harbor, nunca mandamos un solo efectivo, como sí hizo Brasil con 25 mil soldados (y en la 1GM envió a su Armada). Nos limitamos a saquear tiendas de japoneses y deportarlos a EE.UU., además de cerrar el Banco Alemán Trasatlántico (que lo compraron los hermanos Wiese) y darles una base a los yanquis en Talara. Tampoco, a diferencia de Colombia (5 mil soldados), participamos en la guerra de Corea. Luego estuvimos metidos en ese disparate de los “países no alineados” por Velasco. Donde sí se la jugó el Perú fue en la Guerra de las Malvinas, cuando fuimos el país que más apoyó a Argentina (aviones, cohetes, pilotos, material), lo que nos pudo costar alguna represalia inglesa y que nos ganó ningún agradecimiento de los argentinos, quienes años después, y siendo país garante, le vendieron armas a Ecuador durante el conflicto del Cenepa.
Todo lo anterior viene a colación por la cobardona posición de Torre Tagle de abstenerse en esta reciente reactivación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca contra la dictadura chavista e ir ya a acciones más duras (no necesariamente militares). En lugar de imitar a once países latinoamericanos que participaron (entre ellos Brasil, Chile, Colombia y Argentina), Perú se abstuvo. Después no se pregunten por qué nos apodan “las gallinas” en el resto de Latinoamérica…
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