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Solo en un país tan folclórico e informal como es el Perú se puede aceptar como “normal” que una encuestadora pregunte al público si está de acuerdo o no con una disolución del Congreso, como lo acaba de hacer CPI hace poco. En España te meten inmediatamente preso por golpista y por atentar contra la Constitución (le pregunté a un par de jueces y penalistas; todos coincidieron que eso era “inadmisible”. No me creían que en Perú se pregunte eso, menos aún que se publique). Allá no se bromea con el debido respeto al orden constitucional (si no, pregúntenles a los independentistas catalanes Puigdemont y Junqueras, uno prófugo y el otro detenido. Me acuerdo cuando años atrás un alcalde vasco elogió a la banda terrorista ETA en un mitin y un patrullero se lo llevó inmediatamente detenido al final del mismo por apología, sin contemplaciones. Puedes dibujar calato a Felipe VI, sonarte con la bandera o insultar al presidente del Gobierno Pedro Sánchez, pero pobre de ti que te metas con la Constitución).

¡Es de una ilegal majadería descomunal poner en duda a un poder del Estado así, tan ligera e irresponsablemente! ¿Qué les pasa? ¡Sindéresis, carajo! Ya bastante tercermundista es eso de preguntar machaconamente (¡y publicar!, ¡encima como portadas!) si “cree Ud. que determinado fulano debe estar preso” o “si está de acuerdo con determinada condena judicial” o “si tal fulano debe permanecer como funcionario público”.
Es decir, el concepto de institucionalidad se pasa por el forro sin asco al formular y publicar preguntillas como esa; el populismo menos reflexivo de opinión prima. Encima, la prensa irresponsablemente lo exalta como si eso fuera sabiduría... Está bien que estemos acostumbrados a soportar vivir siempre con la vergüenza ajena en el Perú, pero a ver si dejamos de ser tan primitivos.