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¿En qué se parecen un liberal y un socialista?
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A pesar de sus grandes diferencias, liberales y socialistas tienen algunas cosas en común.
Ambos tienen un discurso en contra de la concentración del poder. Y lo hacen porque se enfrentan a un enemigo común: el mercantilismo. El mercantilismo es la obtención de poder económico por medio del reparto de privilegios por el Estado. Ese reparto se da por influencias, regulaciones, barreras de acceso o simple corrupción. El “merca” (es decir, el mercantilista) adquiere mercado usando al Estado como herramienta y no al consumidor como fin.
Por eso, calificar a los “mercas” como liberales es tan contradictorio como calificar a los marxistas como capitalistas: son conceptos que están en las antípodas.
Los socialistas confunden el mercantilismo con el liberalismo. Es decir, confunden a un liberal (al que llaman sin mucho análisis ni reflexión “neoliberal”) con un “merca”. Su error de base es considerar que es el mercado el que genera el mercantilismo. Es precisamente lo contrario: es el mercado el que lo destruye porque un mercado libre neutraliza el reparto de privilegios por el Estado.
Si es el Estado el que reparte los privilegios que permiten el desarrollo del mercantilismo, ¿cómo se puede esperar que reforzar al Estado frene ese desarrollo? Es como tratar de secar un paño echándole más agua. Ese es el yerro principal de un socialista.
Si uno quiere combatir a los “mercas”, tiene que atacar la base del poder en que fundan sus privilegios. Por ejemplo, el gobierno militar de Velasco, autoproclamado socialista, emprendió un programa de sustitución de importaciones que creó barreras arancelarias y paraarancelarias que limitaron la competencia. Al hacerlo, creó un sector industrial mercantilista que vivía y se enriquecía con esos privilegios y que nos vendía a los consumidores peruanos productos de pésima calidad a precios absurdos.
O el primer gobierno de Alan García, que, también declarándose socialista, sumó a la sustitución de importaciones el manejo arbitrario y corrupto de variopintos sistemas de dólares MUC para beneficiar a ciertos sectores sobre otros.
El problema del socialismo es que equivoca por completo los medios, pues es una pésima idea combatir la concentración de poder concentrando poder.
Para un liberal, la solución está en desconcentrar el poder estatal, reduciendo el rol del Estado de limitar la competencia y empujando políticas que eviten que aquellos que tienen llegada obtengan privilegios que los consumidores tienen que pagar de sus bolsillos. Para eso hay que abrir las importaciones, desregular las barreras que reducen la competencia, minimizar la discrecionalidad estatal permitiendo que los recursos se asignen por intercambios libres y no por intercambios digitados desde el poder estatal.
Los liberales exigen que las empresas ganen sus utilidades atrayendo las preferencias de los consumidores, mientras que los “mercas”, con la ayuda de los socialistas, obtienen sus utilidades deambulando por los pasadizos de los ministerios.
Los “mercas” no tienen ideología, pero la ideología socialista riega el terreno económico y lo vuelve fértil para hacer crecer y ampliar la frontera mercantilista.
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