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El disparate de la vacancia
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Debería ser evidente hasta para el más distraído que la segunda moción de vacancia presentada contra Martín Vizcarra en pocas semanas, a 6 meses de elegir a su sucesor, es un capricho de quienes saben que no llegarán al poder por la vía democrática electoral.
Sacar a Vizcarra del cargo antes de tiempo ha sido una obstinación desde que este decidiera convocar a referéndum el 2018 y, luego, disolver el Congreso, generando un quiebre que cambió profundamente las dinámicas de poder político. Las heridas que esa situación dejó en quienes estaban acostumbrados a ser parte del anillo del poder siguen abiertas, y sacar a Vizcarra por la puerta trasera de Palacio de Gobierno parece ser su forma de sanación.
Es un disparate hablar de vacancias en un momento como este, sobre todo cuando ya sabemos, gracias a los audios de Antauro Humala desde el penal, que las verdaderas motivaciones nada tienen que ver con los cuentos y razones supuestamente democráticas y éticas que sus operadores ofrecen a los medios.
Además, si es evidente que en el Congreso no hay 87 legisladores dispuestos a aprobar la vacancia, ¿por qué insisten con ella? El afán desestabilizador se trasluce. Las denuncias serias que recaen contra Vizcarra deben ser investigadas como manda la Constitución, al final de su mandato, y no ser usadas como un pretexto para un golpe.
Los siguientes meses tienen que estar centrados en seguir navegando la pandemia, lo que implica prepararnos para la segunda ola mientras evitamos que más gente caiga muerta y buscamos formas responsables de reactivar la economía. Igual de importante es asegurar elecciones limpias y ordenar la transición democrática que debe darse en julio de 2021. Cualquier cosa que vaya contra esto, desatendiendo los asuntos centrales en tiempos difíciles y complicando más las cosas, como lo hace una vacancia presidencial caprichosa, no puede tener lugar.
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