La reciente inauguración de una nueva Escuela Bicentenario es, sin duda, una buena noticia. No se puede negar que mejorar la infraestructura educativa es un paso necesario, y este tipo de avances siempre son bien recibidos. Sin embargo, debemos ser claros: la construcción de más escuelas no resolverá los problemas estructurales que afectan a nuestro sistema educativo.
La infraestructura no puede ser el único foco de atención. Una escuela moderna es más que eso, lo que realmente importa es lo que sucede dentro de esas aulas. Hoy, el sistema educativo peruano sigue atrapado en la burocracia y la política que impide su desarrollo. Sin una verdadera autonomía, similar a la que tiene el BCRP, no lograremos avances sostenibles. La educación debe dejar de moverse por intereses políticos y empezar a gestionarse con visión técnica y de largo plazo.
¿De qué sirve inaugurar nuevas escuelas si no garantizamos una formación docente de calidad, un currículo pertinente o una gestión eficiente de los recursos? La mejora en la infraestructura es solo un paliativo temporal si no atacamos los problemas estructurales. Necesitamos un sistema autónomo que pueda desarrollar políticas coherentes y estables, alejadas de los intereses políticos y con un enfoque claro en mejorar la calidad educativa.
El verdadero progreso requiere una reforma educativa integral que no solo se enfoque en el cemento, sino en garantizar que los estudiantes reciban una educación que los prepare para enfrentar los desafíos del futuro.