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El eje chino-ruso
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A mediados de la década del noventa, una Rusia en crisis buscaba acercarse a Occidente. El destino de la economía de mercado y de la naciente democracia en el gigante euroasiático necesitaba de este vínculo. ¿Qué sucedió?
La Unión Europea y la OTAN se expandieron hacia el este, incluyendo a países que antes formaron parte de la otrora Unión Soviética, amenazando los intereses de Rusia. Simultáneamente, Estados Unidos y sus aliados occidentales llevaron a cabo invasiones al margen del derecho internacional en países con algún grado de importancia para Moscú, como Afganistán, Iraq y, en los últimos tiempos, Siria. Considerando la amenaza yihadista que existe en los países del Asia Central, ¿qué impediría a Occidente promover una invasión en esta tradicional zona de influencia rusa?
Es así que Rusia termina cayendo en los brazos de China, haciendo de este acercamiento algo totalmente comprensible. Este se manifiesta a través de acuerdos económicos, consensos políticos, hasta la realización de operaciones militares conjuntas de gran magnitud. La participación de 300 mil militares rusos y de 3 mil militares chinos en un reciente ejercicio –el más importante desde el fin de la Guerra Fría– debe ser de la atención de Occidente.
Aunque puede decirse que la participación china era necesaria por tratarse de una megaoperación cerca de su frontera, no puede negarse la existencia de un nexo que se ha fortalecido, más aún en un contexto marcado por una tensa relación de ambos países con Estados Unidos.
Asimismo, acusaciones contra Moscú por diferentes casos de intervención en asuntos internos han afectado aún más la relación entre Occidente y Rusia, mientras que las sanciones impuestas y el despliegue de la OTAN pueden hacer de la relación entre Rusia y China más sólida de cara al futuro.
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