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Diplomacia con principios
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Más allá de panegíricos y ditirambos, el fallecimiento de un peruano ilustre es siempre motivo para cotejar su legado con las demandas del tiempo que le tocó vivir y su consiguiente proyección en el país que recibirán las futuras generaciones. Javier Pérez de Cuéllar, abogado y diplomático de carrera, sin haber sido nunca un líder de masas, fue, no obstante, uno de esos raros temperamentos que jamás hicieron el quite a las responsabilidades que la Historia les puso delante.
Ya en el ámbito de la diplomacia, supo demostrar oficio y carácter, cuando se desempeñó por diez años (1981-1990) como secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), como bien ha recordado el alto representante de asuntos exteriores de la Unión Europea, Josep Borrell, ya que “lideró la ONU durante los tiempos desafiantes de la Guerra Fría y la caída del Muro de Berlín… y cumplió un papel crucial en el fin de la guerra entre Irán e Iraq, así como con los acuerdos de paz en Camboya y El Salvador”.
Y tampoco le falta razón al distinguido diplomático español cuando agrega que “a lo largo de su vida, JPC fue un formidable partidario de la paz, la justicia, los derechos humanos y la dignidad humana”, pues los peruanos difícilmente olvidaremos su ingreso a la política local, en 1994, para enfrentarse, en una contienda electoral de discutida transparencia, al entonces todopoderoso Alberto Fujimori, ante quien, finalmente, perdió en primera vuelta. Sin embargo, en el año 2000, luego de que el dictador renunciara por fax y fugara subrepticiamente del país, envuelto en innumerables denuncias de corrupción y violaciones de los derechos humanos, el presidente transitorio, Valentín Paniagua, lo designó como presidente del Consejo de Ministros y ministro de Relaciones Exteriores, cargos que ejerció hasta el año siguiente, cuando se celebraron nuevas elecciones presidenciales.
Durante ese periodo, su rol en el retorno de la democracia en el Perú del siglo XXI fue fundamental y constituyó una prolongación del tranquilo y sapiente criterio que lo distinguió a lo largo de su carrera diplomática. No es nada pequeña la huella que deja en nuestra historia Javier Pérez de Cuéllar: descanse en paz, embajador.
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