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Dilema mortal
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Una vez más. Economía vs. salud o viceversa. Es momento de valorar con madurez la deliberación pública. En medio de una segunda ola de pronóstico aterrador, encerrados de nuevo, con los bolsillos y ahorros golpeados al máximo, esa discusión primaria debe detenerse. El pluralismo y los consensos están en extinción y, hace mucho, hemos dado pase a posturas maniqueas entre buenos y malos, estigmatización y demonización a todo aquello con lo que no concordamos. En campaña electoral, es peor, y en un contexto de pandemia, es mortal. Vociferar o votar en contra no construye nada, solo agudiza la división, convierte en destructiva la polarización y la contradicción nos paraliza. Mascarilla vs. no usarla, vacuna vs. antivacuna, ciencia vs. experiencia, “llevas la bandera de los ignorantes o corruptos, yo la de los que saben y la de los impolutos”, esas son las discusiones más peligrosas. Esa actitud descalificadora nos empuja al vacío, a la oscuridad. Escuchaba la reflexión de una científica argentina (Talk TED) Guadalupe Nogués sobre cómo lograr conversar con quien piensa distinto. Ella imaginó que la evidencia podía convencer. No le alcanzó. La educación, de la que todos hablan, tampoco fue suficiente. Ahí es cuando y donde se encontró con la posverdad que infiltra, inocula tus emociones y sobre todo tus creencias. Ella también pensó que el problema podía ser de comunicación. Tampoco. El tema de fondo, asegura, es qué decidimos ante las discusiones polarizadas, extremistas, fanáticas, altisonantes, irreductibles, ideológicas: ¿no decir lo que pensamos?, ¿desistimos y nos replegamos?, ¿no intervenimos para evitar la crítica?, ¿el cargamontón? Al final quedan los extremos, escuchándose en la monotonía de los iguales, los del pensamiento único. Los matices desaparecen y la democracia también.
La agresión y la desconfianza son sentimientos devastadores en una sociedad. Hay que intervenir, hablar, decidir, aunque estemos en medio del hastío del enclaustramiento.
Que no avasallen los gritones, ideólogos de lo tribal. Los SILENCIOS de los equilibrados, de aquellos que no ven el país en blanco y negro, son dañinos. Los vacíos se llenan con ideas irracionales, y hoy, entre virus y candidatos, los ruidosos parecen más, pero no lo son, aunque sí son muy dañinos para la salud del Perú.
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