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Defensoría del Pueblo
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Guido Lombardi,Opina.21Esta columna fue publicada el 29 de mayo último. Dado que mi nombre se sigue mencionando entre los candidatos al cargo, me parece pertinente, con mínimas modificaciones, publicarla nuevamente.
Mañana se reúne la comisión del Congreso encargada de elegir al titular para la Defensoría del Pueblo. Aparentemente, hay quienes quieren cumplir con esa tarea durante la presente legislatura.
Algunos amigos de diversas bancadas han tenido la generosidad de proponer mi nombre, nuevamente, para ocupar la Defensoría del Pueblo, cargo cuya designación significaría, además de un gran honor, una nueva oportunidad de servir al país. Lamentablemente, en este momento, otros compromisos profesionales me impiden aceptar tan honroso encargo. Me parece necesario decirlo de manera pública con la esperanza de facilitar la designación urgente de un defensor del Pueblo titular.
Creo que la tarea no debería ser difícil: no hay mucho que buscar cuando se tiene a la persona idónea en casa. Eduardo Vega ha demostrado, pese a las dificultades que implica desempeñar el cargo de manera interina, solvencia profesional, independencia de criterio y capacidad para hacer escuchar la voz de la Defensoría en los temas que le competen y que son de relevancia para el país.
Que no goce de las simpatías de Palacio no debería ser un obstáculo, sino más bien una garantía. No olvidemos que la Defensoría tiene como principal objetivo proteger a los ciudadanos de los eventuales abusos o arbitrariedades que puedan cometerse desde el poder.
Es, adicionalmente, una oportunidad para que la mayoría parlamentaria demuestre que apuesta por el fortalecimiento de la institucionalidad, prescindiendo de la cercanía política o las coincidencias ideológicas. Si se busca a buenos profesionales en la administración pública, allí tienen a uno. No lo desperdicien.
En memoria de Enrique Zileri y Felipe Osterling, amigos cabales.
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