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“Cuidado con la fama”

“En YouTube hay alrededor de 300,000 cuentas con más de 100,000 suscriptores; y en X cientos de miles con más de 10,000 seguidores. ¡Bienvenidos a la era del microestrellato!”.

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Ser famoso, dejar el anonimato y ocupar parte de la mente colectiva, colocarse en el centro del escenario, ser reconocido por multitudes. El macroestrellato es para pocos afortunados, osados, extremadamente talentosos.
La economía de la fama, empero, ha cambiado radicalmente. En YouTube hay alrededor de 300,000 cuentas con más de 100,000 suscriptores; y en X cientos de miles con más de 10,000 seguidores. ¡Bienvenidos a la era del microestrellato!
¿Qué es alguien cuya producción tiene un público de algunos miles? No entra en la categoría de celebridad, aunque cosecha mucha más atención que un humano normal en un mundo no digital.
¿Y cuando la audiencia se cuenta en cientos de miles o millones? La fama, pues, tiene nuevas escalas, que deben tomar en cuenta el ámbito y también la duración. Famosos para chicas hispanohablantes entre 14 y 17, durante un año, por ejemplo.
Es que cada vez más personas piensan en términos de audiencias potenciales, vale decir, se convierten en una marca administrada por ellos mismos, en función de la influencia que tienen sobre su público. Cada opinión, foto o video son una performance, un comercial, una campaña, cuyo objetivo es esencialmente captar atención, volverse viral.
Esa viralidad — que, independientemente de la escala, produce altos grados de placer—, termina definiendo lo que hacemos: no digo lo que pienso ni lo que siento, sino lo que mi audiencia espera de mí, validado por likes, contenidos compartidos y comentarios. Casi siempre se trata de versiones cada vez más extremas de mí mismo.
Influenciadores presos de sus públicos y creadores convertidos en caricaturas de sí mismos, es el destino de muchas estrellas fugaces que terminan estrellados contra un espejo que los deforma de manera grotesca.
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