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Contra el viento de Paracas
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La élite empresarial, los verdaderamente poderosos y que llevan al toro por las astas, haría bien en hacer suyas las palabras de Elena Conterno, presidenta de Ipae, quien ha tenido la valentía y sensatez que tanto ha escaseado dentro del empresariado: “Los hechos conocidos recientemente lamentablemente no solo empañan a una empresa, empañan a todo el empresariado. (...) Estos hechos nos reiteran que tenemos una fragilidad institucional. Además, nos recalcan que los beneficios que atribuimos a la economía de mercado y al sistema democrático lamentablemente no están llegando a todos los peruanos. (...) Hoy nos toca, con humildad, reconocer que en muchas ocasiones lamentablemente no hemos tenido a todos los peruanos y a la ética en el centro de nuestras decisiones. Nos toca reconocer que tenemos un trabajo pendiente muy grande para lograr oportunidades para todos los peruanos”.
Lo mismo tendrían que hacer con la frase de Luis Estrada, presidente de la CADE, que debe haber caído como ácido: “Empresarios y funcionarios vendieron su país por un plato de lentejas doradas”. Agregaría que no se trata de manzanas podridas, sino de un problema sistémico.
La presentación del chileno Eichholz, quien comentó las principales causas de la crisis social en su país, también deja una alerta de lo que podría pasar por aquí si a) quebramos el contrato social, b) disminuimos el crecimiento (y crece inequidad), c) el Estado no cumple y d) la reputación de los empresarios sigue cayendo. Se desprende que el crecimiento económico es importante, pero no lo resuelve todo, la gente no se puede sentir pisoteada por políticos y empresarios, además de que el gran empresariado debe tener siempre presente la situación de privilegio desde donde actúa.
¿Estas palabras resistirán el viento de Paracas?
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