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¿Cómo una situación así no estallaría?
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Las protestas que han paralizado Ica son prueba manifiesta de los problemas que se generan al convertir normas temporales en permanentes. El régimen agrario, aprobado en 2000 hasta 2010, en un contexto que justificó ciertas medidas que en el presente no pasarían, se terminó extendiendo hasta 2021. Luego, con la fecha de vencimiento aproximándose, en 2019 se volvió a ampliar hasta 2031. En ambas extensiones hubo cambios. De hecho, en la última, el gobierno, que aprobó la norma con un Decreto de Urgencia de interregno, mejoró lo que había aprobado el Congreso disuelto, pero hoy es evidente que no fue suficiente. En el proceso no se incluyeron las voces de los trabajadores y la sensación de inequidad se mantuvo.
No olvidemos que las leyes no son solo reglas de juegos, sino que también reflejan un espíritu. El régimen agrario es un modelo que desde el inicio dejó una sensación de inequidad. A eso sumemos la poca o nula presencia de Sunafil, que no fiscaliza a aquellas empresas que no cumplen las reglas vigentes o se exceden, sobre todo las informales. Porque, como siempre, no todas las empresas están en el mismo saco.
En estos años las exportaciones y utilidades de las agroexportadoras se han incrementado, al igual que los salarios de los trabajadores, pero, al escuchar a los trabajadores, la sensación generalizada es que ese progreso no ha sido equitativo y que los excesos laborales son extendidos. Los agroexportadores argumentan que este sistema es la base de nuestra competitividad, pero los trabajadores se sienten explotados al ganar menos de 40 soles diarios por 12 horas de trabajo (CTS y gratificaciones incluidas). En el medio no hay una narrativa conciliadora. ¿Cómo una situación así no estallaría? Lo extraño es que esta protesta haya demorado tanto y no sea todavía algo nacional.
Lección para el futuro: escucharnos más y terruquearnos menos.
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