Si le pedimos a buenos economistas que enumeren las políticas económicas requeridas para el buen manejo de un país coincidirían en todas o en muchas de las siguientes. En primer lugar, priorizarían la importancia de mantener la estabilidad macroeconómica, la que implica una política fiscal responsable que evite altos déficits y elevados niveles de endeudamiento estatal, una política monetaria con un banco central independiente que mantenga la inflación controlada y un sistema financiero sólido y bien regulado para prevenir crisis financieras.
Nos dirán que esa es la base de un buen manejo económico, pero que requiere ser complementada por otras políticas: promover la inversión privada; invertir en el capital humano para aumentar su productividad y competitividad (priorizando educación, salud y capacitación); invertir en infraestructura (transporte, energía y comunicaciones); promover la diversificación para no depender de un solo sector o de un puñado de ellos; y desarrollar un sector público eficiente, transparente, e impoluto.
Si sumamos medidas que reduzcan la pobreza y la desigualdad de oportunidades, promuevan la inclusión social, fomenten el comercio y la integración económica para aprovechar la globalización, y generen un desarrollo que sea sostenible ambientalmente, tendríamos políticas que nos garantizarían el crecimiento y el desarrollo sostenido.
¿Cómo estamos en términos de estas políticas básicas y cómo hemos evolucionado? ¿Estamos mejor o peor que hace unos años? ¿Estamos yendo por un buen camino o nos estamos desviando de este? Es evidente que cada vez nos es más difícil mantener las buenas políticas necesarias para sostener un nivel de crecimiento económico que genere los puestos de trabajo que requerimos y nos permita reducir la pobreza al nivel de la década pasada. Crecer al 3% como todos pronostican no permite reducir la pobreza.
Este año viene bastante mejor que el pasado, que fue duro sin crecimiento, con conflictos sociales, y problemas climáticos que afectaron sectores importantes como la pesca y el agro. Tenemos buenas noticias como la inversión en Tía María y la inauguración del puerto de Chancay y del nuevo aeropuerto Jorge Chávez, pero necesitamos más. Esta mejora solo será transitoria si no reforzamos nuestras políticas económicas, ya que es evidente que estamos flaqueando en varias de ellas: nuestra fortaleza macroeconómica se está debilitando por una política fiscal laxa, nuestro Estado sigue siendo incapaz de proveer servicios públicos de calidad (particularmente educación, salud, seguridad e infraestructura), y nuestras autoridades y políticos no tienen interés en implementar las reformas que requerimos para mejorar nuestra productividad y competitividad. Los retos son enormes y es difícil pensar en reformas ad portas de una elección con un gobierno débil y con congresistas más interesados en la reelección que en otra cosa.
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