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(OPINIÓN) Mariana Alegre: “Una gestión que desarma”
Vamos presenciando cómo se desarman estructuras institucionales que venían cumpliendo roles clave.
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Con motivo de los 100 días de la gestión del alcalde Rafael López Aliaga, no solo sorprendió que la ceremonia de rendición de cuentas pareciera más bien un espectáculo, sino que lo expuesto, además de la constante queja a las “arcas vacías”, sean aún promesas sin mayor solidez. De hecho, al 18 de abril, la Municipalidad Metropolitana de Lima ha incorporado 163 millones de soles provenientes de Saldos del Balance 2022, es decir, dinero que la gestión anterior dejó disponible para que sea ejecutado. No es verdad que las arcas municipales se encuentren vacías.
Por su parte, a excepción de avances más concretos en materia de movilidad urbana que incluyen proyectos de semaforización para promover la fluidez y de ciclovías para mejorar los viajes en modos activos, vamos presenciando cómo se desarman estructuras institucionales que venían cumpliendo roles claves. Por ejemplo, el nuevo Reglamento de Organización y Funciones (ROF) de la Municipalidad de Lima ha reducido el área de Cultura desapareciendo las subgerencias de industrias culturales y de promoción cultural y fusionando las de artes escénicas con patrimonio. Por ejemplo, las actividades vinculadas a Cultura Viva Comunitaria, que es una política pública promovida desde el Ministerio de Cultura, podrían ya no ser atendidas.
Pero no es solo un asunto de “reingeniería institucional”, sino que, como bien indica la Defensoría del Pueblo, preocupa que la Municipalidad de Lima en este nuevo ROF invisibilice los servicios y la atención para poblaciones vulnerables al haber eliminado los enfoques de derechos para la comunidad LGBTI, la violencia de género y la lucha por la igualdad. La Defensoría ha manifestado que el oficio que han enviado en febrero a la MML no ha sido respondido y exhorta a esta institución a reincorporar las protecciones y cuidados que corresponden en un Estado democrático y de derechos.
Por supuesto, parte de la sociedad limeña aplaude estas medidas y expresa abiertamente su odio a mujeres, personas de la comunidad LGBTI así como a otras poblaciones vulnerables como niños y niñas o migrantes. Si bien siempre habrá población con opiniones y comportamientos extremos, resulta triste que las autoridades convaliden –y en algunos casos promuevan– discursos de odio. Una sociedad que sea libre y justa debe estar basada en el respeto de los derechos humanos.
Este fin de semana se ha celebrado el Día de la Tierra, pero desde la política municipal poco hay que celebrar; vecinos de diversos distritos reclaman que los servicios de recojo de reciclables y orgánicos han dejado de funcionar, que los parques y jardines se secan pues se dejan en abandono, y ni qué decir con el interés que debería dárseles a políticas que permitan mitigar los efectos del cambio climático. Cada vez nos hacemos más vulnerables y cada vez odian más. Así no parece que habrá ningún futuro mejor.
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