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[OPINIÓN] Mariana Alegre: “Acoso en el transporte”

Las mujeres merecemos viajar seguras, sin miedo y sin tener que estar en estado de alerta constante.

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El transporte público es otro espacio de riesgo en el que mujeres y hasta escolares son agredidas, señala la columnista. (Foto : Archivo GEC)
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El acoso sexual callejero es un problema que, lamentablemente, sufren muchas mujeres de forma cotidiana. Si bien hay más conciencia de que estas acciones configuran delitos, las malas costumbres y el machismo de la sociedad normalizan y convalidan estos actos. Aún vemos cómo los hombres silban a las mujeres con las que se cruzan o incluso les meten la mano cuando estas caminan por la calle. El transporte público es otro espacio de riesgo en el que mujeres y hasta escolares son agredidas.
Con motivo del acoso sexual que sufrió una chica en una unidad del Metropolitano y gracias al video que grabó un chico del incidente, este tema se ha vuelto a poner sobre la mesa. Esta muchacha tuvo la valentía para confrontar al sujeto y exigir que se activase el Protocolo de Prevención de Acoso Sexual en el Transporte de la ATU, pero la mayoría de las veces las mujeres no pueden denunciar los actos por la sutileza con la que estos son ejecutados y porque, además, se sienten desprotegidas.
Este no es un suceso aislado y, como se informaba en las noticias, este año ya son más de 40 las denuncias que han activado el protocolo de la ATU siendo las estaciones de Naranjal y Central donde se registran la mayoría de estos. En la encuesta que aplicamos cada año desde Lima Cómo Vamos, preguntamos a la persona encuestada si es que ha recibido silbidos, miradas persistentes e incómodas, ruidos de besos o gestos vulgares en el transporte público y un 28.1% de las personas encuestadas da una respuesta afirmativa (Lima Cómo Vamos, 2022). De este universo, la mayoría de los casos se concentra en personas entre los 18 y 29 años, de los sectores C, E y D, y resalta Lima Norte como la zona con mayor incidencia.
Suele ocurrir que, cuando este tipo de sucesos se visibilizan, no son pocas las propuestas de segregar el transporte público para tener buses o vagones en los que solo viajen mujeres. En países como México y la India se han establecido estas medidas; sin embargo, tenemos que tener claridad de que esto no resuelve el problema de fondo: la normalización de la violencia sexual contra mujeres. La existencia de protocolos es un paso importante, pero, sobre todo, la sanción real y efectiva para disuadir este tipo de comportamientos, así como la educación con enfoque de género para romper con estereotipos y creencias absurdas de superioridad masculina son imprescindibles. Las mujeres merecemos viajar seguras, sin miedo y sin tener que estar en estado de alerta constante.