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El carro de drácula
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Luego de las elecciones, el país se hundió en un silencio. Ayer prendí el televisor para ver uno de los tantos canales del régimen, que son todos, y la pantalla me mostró el monumento del Arco de Triunfo de Carabobo, donde Bolívar selló la libertad de Venezuela. Esta vez estaba todo de rojo. Con luces rojas, con una larga mesa cubierta de tela roja. Y allí estaba Maduro con liqui liqui (traje tradicional de los llanos venezolanos), junto a tres gobernadores –que él eligió a dedo–. Uno de ellos, Rafael Lacava, anunció ante un reducido grupo de acólitos: “Viene el carro de Drácula y a quien no le guste será apresado”.
Con el mapa de Venezuela de color rojo, luego de celebradas las elecciones, se asomaron voces de los que llamaron a votar, como Henrique Capriles, para asegurar: “Está demostrado que no habrá salida electoral (...) Enfrentamos el sistema electoral más corrupto del planeta”.
Luis Almagro afirmó que la oposición venezolana fue parte del fraude por participar en elecciones. A lo que el opositor Henry Ramos respondió: “Él sabe muy bien que una de las exigencias de la comunidad internacional es que participemos en eventos electorales”.
Ahora no hay quien llame a marchar para denunciar el fraude. Ya la gente no saldría a la calle. Perdieron la confianza en sus “líderes” o perdieron la esperanza. Ahora, solo buscan salvarse. Salvarse de ese “carro de Drácula”, que es el chavismo. Que todo lo carcome, todo lo chupa, todo lo arruina.
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