Carlos Tapia: La reforma agraria y el terrorismo

El 24 de junio de 1969, el gobierno militar del general Juan Velasco promulgó el Decreto Ley 17716 de la Reforma Agraria (RA). El grupo de coroneles del Ejército que apoyaron el golpe del 3 de octubre de 1968 sostenían que las guerrillas izquierdistas de 1965, en Cusco, Ayacucho y Junín, aunque rápidamente derrotadas, eran ya un presagio de lo que podría volver a suceder. En ese sentido, la RA tuvo un carácter antisubversivo.

Es verdad que la expropiación de las empresas azucareras de la costa –con tecnología y trabajo asalariado–, así como los extensos latifundios ganaderos de Junín y Puno fueron un fracaso. Sin embargo, la eliminación del sistema servil de explotación de los campesinos sin tierra en las haciendas y fundos en Huancavelica, Ayacucho y Apurímac, a la larga impidió que la aparición del senderismo armado de los años 80 ganara a su causa a este 'campesino-siervo'.

Lo central de la estrategia de lucha armada senderista (copiada de Mao Tse Tung) consideraba la liberación de los 'colonos' o 'hacienda runa' de la obligación de trabajar gratuitamente en las tierras del patrón, como pago del uso de la parcela que este le concedía. Así, por una hectárea (4 'yugadas') sin riego, divididas en tres parcelas, el colono trabajaba 100 días en la tierra del propietario. Además, su mujer estaba obligada a servir una semana al mes en la casa hacienda (por eso lo de 'semanera').

Luchando contra esta explotación y enfrentando a los 'terratenientes semifeudales', los subversivos pensaban conseguir el apoyo a su lucha armada. Pero todo esto fue eliminado por la RA. El terrateniente abandonó su fundo y se hizo comerciante en la ciudad. El senderismo tuvo que usar la fuerza para conseguir el apoyo del campesinado, señal de su adelantada derrota.