Siempre es grato retornar a Dante y muchas veces podemos hallar en sus alegorías imágenes de nuestra época. En el séptimo círculo del Infierno, el de los violentos, Dante y Virgilio encuentran a los tiranos, quienes depredaron pueblos enteros, que gimen hundidos en sangre hirviente, pues “vivieron de la sangre y del robo, y lloran allí sus hechos despiadados”. En el siguiente círculo, llamado la Malebolge, se castigan las diversas formas del fraude. Los corruptos, los que usaron cargos públicos para medrar, sufren en brea candente y son arponeados por demonios cuando tratan de salir de ella en busca de breve alivio. Más adelante, quienes aconsejaron a los gobernantes recurrir al fraude arden eternamente en una llama desde la cual le responden a Dante sus preguntas. Los perjuros, falsificadores de la palabra, están postrados por la fiebre en medio de la inmundicia. También en el octavo círculo vemos a los sembradores de discordia, caminando con sus cuerpos ferozmente partidos. Uno de ellos, Bertrand de Born, lleva en la diestra su propia cabeza. Y en el centro del abismo, el noveno círculo, sufren tormento los traidores; una de sus cuatro secciones es la Antenora. Allí, semienterrados en el hielo, lloran los traidores a la patria.
Al inicio de su viaje iniciático, Dante ve el espectáculo de una muchedumbre que vocifera corriendo tras una bandera en blanco. Avispas rompen su piel y gusanos recogen su sangre y lágrimas. Virgilio le explica al poeta que son los ángeles que no se unieron a Lucifer, pero tampoco se mantuvieron fieles a su Creador, y eligieron una miserable neutralidad. Con ellos pagan su indiferencia los mortales que en vida se negaron a defender ninguna causa justa. Están allí porque no pertenecen ni al Infierno ni al Paraíso, y Dante reconoce entre ellos al papa Celestino V, “el que hizo la gran renuncia”, célebre por abdicar del trono de San Pedro. Una versión falsa de este pasaje, muy deformada, circula como una supuesta cita textual en las redes sociales, y mucha gente la toma por cierta.
De estos horrores emergen ambos poetas al alivio del Purgatorio y allí, en la serenidad de la noche, admiran una constelación formada por cuatro estrellas. Nadie sabe cómo pudo Dante conocer la Cruz del Sur, que solo se ve desde nuestro hemisferio, y la vemos aquí, en Sudamérica, nuestra patria grande, tantas veces herida y esperanzada.