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Felices sin necesidad de esconderse
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La cantidad de peruanos y peruanas que no se consideran heterosexuales, es decir, que se identifican como lesbianas, homosexuales, bi o pansexuales, igualan a la población de Piura y a la de La Libertad, las dos regiones más populosas después de Lima. El cálculo de Ipsos es que al menos 1.7 millones de peruanos adultos se identifican con una orientación sexual distinta a la heterosexual. ¡Casi 8% del país! Importante notar además que la encuesta preguntaba por orientación sexual y no por identidad de género, así que no contabiliza a la población trans o no binaria.
Les aseguro que en el entorno más cercano de cualquiera de nosotros hay alguien que se identifica LGTB+. Pero este dato no debería sorprendernos, si no más bien que en el año 2020 se le siga negando derechos a tanta gente.
Hace 25 años se organizó en Perú la primera manifestación por el orgullo LGTB. Un grupo pionero de 25 lesbianas y gays se animaron a hacer un plantón en el Parque Kennedy. Desde ahí se ha logrado mucho contra la discriminación, pero hasta hoy el país enfrenta un espíritu ultraconservador que se sigue imponiendo en la legislación y la vida diaria. Hay ciertos progresos, pero seguimos bastante estancados. Una muestra: según la misma encuesta, 1 de cada 5 peruanos cree que la homosexualidad es una enfermedad mental y 37% no estaría dispuesto a contratar a una persona trans.
¿Qué derechos se le desconoce a la población LGTB+? Los más evidentes son casarse, tener hijos y ser reconocidos como familia con todas las de la ley. Pero esa es solo la punta de un iceberg de la violencia sistémica de una sociedad dogmática, anti-enfoque de género y contra la posibilidad de discutir el amplísimo espectro que la sexualidad e identidad pueden adoptar. Esta reticencia no elimina la realidad, solo la hace más difícil para quienes la habitan. ¿Cuántas generaciones más tendrán que vivir así?
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