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La barrera de los 100 mil
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La situación en Estados Unidos es alarmante y merece ser observada con atención. Poco más de cuatro meses después de que el gobierno de Trump confirmara su primer caso de COVID, ayer Estados Unidos registró más de 100,000 muertes oficiales por el virus, convirtiéndose en el país con más muertes en todo el mundo. Haciendo sumas y restas, esa cifra representa un número más grande que la suma de norteamericanos fallecidos en más de 50 años de guerras, desde la de Corea hasta sus recientes intervenciones en el Medio Oriente, pasando por Vietnam. Pero Trump parece no inmutarse.
La reacción inicial del gobierno de Trump al virus ayuda a poner en perspectiva lo que hubiese pasado en Perú si es que Vizcarra no imponía una cuarentena obligatoria, con el agravante de que nuestra realidad es mucho más informal y precaria. Allá se negó la envergadura de la epidemia por semanas, a pesar de que su primer caso fue el 21 de enero y que para ese entonces ya se sabía que el virus podía contagiarse entre personas. Yo mismo pasé por Estados Unidos seis semanas después de esa fecha, en marzo, en un vuelo que venía de Asia, el epicentro inicial, y en sus aeropuertos no había ningún tipo de control.
Lo cierto es que, por una mezcla de incompetencia, populismo y negacionismo, Trump y su gobierno no actuaron como lo hizo casi todo el resto del mundo, desencadenando una pérdida de vidas terrible. Un modelo de la Universidad de Columbia muestra que al menos unas 36,000 personas se hubiesen salvado de morir si se imponían medidas de distanciamiento social a tiempo.
Es sintomático que Estados Unidos lidere la indeseable lista de fallecidos a nivel global, que Reino Unido haga lo mismo en Europa y que Brasil sea el epicentro en nuestra región. Los tres países son liderados por políticos irresponsables que no imaginan su popularidad y su gobierno al margen de la economía.
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