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Arrancar de raíz
Las últimas emboscadas de terroristas a miembros de fuerzas de seguridad, como el ocurrido ayer en el Vraem, que dejó una nueva víctima militar, obligan a replantear la estrategia en esa zona del país.
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Las últimas emboscadas de terroristas a miembros de fuerzas de seguridad, como el ocurrido ayer en el Vraem, que dejó una nueva víctima militar, obligan a replantear la estrategia en esa zona del país.
La sociedad entre el narcotráfico y el terrorismo es cada vez más evidente. Y continuará fortaleciéndose mientras el Estado tenga una presencia volátil en la zona y siga actuando con tan poca eficacia en la erradicación de los cultivos de hoja de coca, que por lo demás no dejan de aumentar.
Por desgracia, durante los 17 meses del gobierno de Pedro Castillo esta amalgama de organizaciones delictivas anduvo de fiesta (aunque los gobiernos que lo precedieron tampoco tengan mucho de qué enorgullecerse al respecto). Vizcatán del Ene, por ejemplo, ha caído prácticamente en manos de las columnas narcoterroristas, cosa que debería preocupar a las autoridades pues desde ahí su estrategia los está proyectando hacia los linderos de Junín, Huancavelica y Ayacucho.
Como ha anotado bien la exprocuradora antidrogas Sonia Medina en una entrevista a Perú21, ahora tenemos a “terroristas que se dedican a la producción en este valle y que tienen intercambios con narcotraficantes”. Luego de lo cual terminó echando sal en la herida al concluir, no sin razón, que “el Vraem es un Medellín de la Colombia de los años ochenta”.
En buena cuenta, un territorio donde las autoridades formales tienen bastante menor peso que los capos de la droga, entre una población integrada mayormente por campesinos pobres que ven en los cultivos de coca la única posibilidad de sacar adelante a sus familias. Circunstancia de la que, por supuesto, sacan provecho el narcotráfico y los remanentes de Sendero Luminoso que son los encargados de proteger los movimientos y los negocios de los narcos en la zona. El trabajo sucio de intimidar y diezmar a las fuerzas de seguridad es, precisamente, tarea de estos últimos.
Es hora, entonces, de replantear estrategias y cambiar de perspectiva: ya no se trata de incidentes aislados ni de bandas que van por la libre, sino de una alianza criminal que está ganado poder rápidamente. No olvidemos que en las últimas semanas la víctimas militares ya pasan de la media docena.
Aquí no caben medias tintas. En el Vraem el Estado está abdicando como autoridad, un inmovilismo político que debe terminar hoy mismo.
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