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¿Al mall sí, pero a la playa no?
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Cuando nos acostumbramos a que se nos trate como consumidores y no como ciudadanos, ocurre que en plena pandemia se vuelve normal que una familia pase el sábado en un centro comercial, pero una aberración que lo haga en la Costa Verde. Vemos mal a quienes se juntan entre amigos o familia en la orilla al lado del mar, pero no a quienes hacen lo mismo en una tienda cerrada para comprar un televisor. Le pedimos a la gente que se apachurre en un micro repleto para que llegue temprano al trabajo y no los despidan, pero queremos prohibir que esas mismas personas pasen un domingo en un espigón mientras disfrutan de la brisa marina. A estas alturas va a ser menos rochoso ir a un casino a timbear que a la playa Los Yuyos en Barranco a jugar paleta. ¿Se dan cuenta de la contradicción?
Me preocupa que se tome en serio el pedido de que las playas estén cerradas en los siguientes meses, como si los focos de infección estuviesen ahí. Después de medio año de pandemia e infinidad de estudios, sabemos que los espacios abiertos son mucho más seguros que los cerrados. El contagio al aire libre no es imposible, pero ahí la concentración del virus en el aire que se respira es mucho menor y la gente tiene más espacio para estar separada. En otras palabras, se me hace difícil imaginar un ambiente más seguro que una playa, abierta y ventosa, para estar con la familia o los amigos.
El aislamiento puede ser letal para la salud mental. La gente igual se va a juntar; por eso, en vez de prohibir el uso de playas, deberíamos promover su uso seguro y responsable, en grupos pequeños y con distancia física. Lo mismo con todos los espacios públicos. Si hay protocolos para casi todo, ¿por qué no los hay para usar playas, parques y plazas? Podemos ir al mall, pero no al aire libre. Si entendiésemos que somos ciudadanos y no consumidores, estaríamos aterrados de esta incoherencia.
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