Es una lástima que la Comisión de Ética, que empezó con tantos bríos, haya ido perdiendo el entusiasmo y está cayendo en el mal entendido espíritu de cuerpo legislativo, comúnmente conocido como ‘otoronguismo’. Ese espíritu tan maligno que sigue habitando el Congreso, tarde o temprano, parece atrapar a todos los parlamentarios.