PUBLICIDAD
“La cueva de la humanidad” o el “Louvre del vino”: el sótano que resguarda miles de botellas
Michel-Jack Chasseuil es el dueño de una colección de miles de vinos que se encuentra en el piso más bajo de su casa. Viajó por todo el mundo para conseguir esta variedad.
Imagen
Fecha Actualización
Es el hijo de un cartero que tiene como afición la colección de objetos. Empezó con sellos, monedas y minerales hasta 1970, cuando comenzó con a armar su serie de vinos. Tiene 3 mil magnum (1,5 L) hasta de 100 años de antigüedad, un Armagnac de 1797 (el más antiguo del mundo), coñacs de 1811, Marsalas de Sicilia del siglo XIX, cultivos clasificados de Burdeos, entre muchos otros.
“Aquellos que quieran visitar la mejor bodega del mundo deben venir aquí”, dijo el dueño del santuario en La Chapelle-Batôn, que antes pertenecía a sus abuelos. Quien ingresa puede sentir el aire antiguo de un lugar que está blindado con dos puertas y un sistema de trampas, cerraduras y gas tóxico para casos de emergencia.
También hay un cuarto donde se resguardan botellas como Pétrus, Château d’Yquem, Cheval Blanc o Coche-Dury y otras bebidas consideradas como un “rareza”. Además, hay un bunker repleto de crucifijos y pinturas religiosas, que se encuentra luego de un túnel.
“Me sorprende haberlo puesto todo junto. No debe venderse en una tarde en subasta, merece sobrevivir, ser útil, de lo contrario habré perdido el tiempo. Es más sensato verla como ‘la cueva de la humanidad’”, comenta el dueño de la bodega en Francia.
Chasseuil había obtenido empleo en una empresa que le permitía recorrer el mundo y relacionarse con personajes importantes. En cada lugar, conseguía una botella. No se imaginó que, más adelante, sería tan difícil brindar a sus tesoros las mejores condiciones de conservación.
No solo eso fue una lucha constante mantenerlas como reliquias, sino también conseguir el lugar donde las podría conservar. En un inicio, su sueño era tenerlas en una vieja fábrica de recipientes en Saint-Émilion, cerca de las murallas de Plaisance, pero el ayuntamiento de la ciudad no dejó que los vinos fueran trasladados.
Entonces, empezó una recaudación de fondos en una fundación creada por él mismo y convocó a personalidades, como el príncipe Alberto de Mónaco, otro aficionado de la colección; el empresario franco-americano Roger Biscay; y ayuda en forma de lobby de la misma ministra de Cultura Aurélie Filippetti.
Aunque tuvo momentos de desesperación por no encontrar un lugar, por ejemplo, cuando anunció que llevaría su colección a Rusia, donde ya tenía contactos del Gobierno de Vladimir Putin, no se rindió hasta que aceptaron que se quedara.
“Tenemos que asegurar estas maravillas: mis 1945 contienen rastros radiactivos de la bomba de Hiroshima, son un testimonio único de la locura de los hombres”, aseguró Chasseuil a una revista francesa en 2015.
Por si fuera poco, el fisco de Francia se dio cuenta de la presencia mediática del coleccionista y su serie de vinos, y gravaron su patrimonio por concepto de Impuesto de Solidaridad a la fortuna (2 millones de euros).
Por estimaciones de expertos, se sabe que la colección de Chasseuil puede tener un valor de 40 millones de euros. Finalmente, tras una larga lucha legal no tuvo que pagar tanto dinero, al prometer nunca beber o vender las botellas.
El episodio más difícil en la bodega fue cuando una banda de delincuentes armados y encapuchados saquearon el “Louvre de los vinos”, como lo llama. Ellos tenían, incluso, un camión que supuestamente repartía los licores.
“En cuanto me acerqué al repartidor, varios tipos se me echaron encima, me dijeron ‘cállate’, ‘no grites’ y me arrastraron a la casa”, comenta quien pasó más de dos horas secuestrado y defendió su colección al no revelar jamás la ubicación de los vinos más importantes.
VIDEO RECOMENDADO
TE PUEDE INTERESAR
PUBLICIDAD
ULTIMAS NOTICIAS
Imagen
Imagen
Imagen
PUBLICIDAD