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Europa: las otras secuelas del COVID-19

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Fecha Actualización
Depresión, ansiedad y problemas para conciliar el sueño. La pandemia del COVID-19 deja una enorme huella psicológica en los jóvenes debido al confinamiento, y la situación ya alarma a Europa. Solo en Francia, la mitad de los estudiantes sufrieron de soledad o aislamiento durante el primer confinamiento, y el 31% de ellos presentaron trastornos psicológicos, según una encuesta nacional del Observatorio francés de la vida estudiantil (OVE).
El malestar también se ha incrementando entre el personal médico, especialmente en los doctores y enfermeros más jóvenes “porque llegan a la profesión con sus ideales, pero reciben una ducha fría ante la realidad, y no siempre cuentan con el apoyo y la supervisión que deberían”, explica Astrid Van Male, una enfermera belga especializada en el agotamiento de sus colegas.
Estas secuelas del COVID-19 se suman a las pérdidas de vidas humanas, que a nivel mundial superan los 1.3 millones, de acuerdo con los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En tanto, la cifra de infectados desde marzo pasado supera los 56 millones.
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Llamadas de emergencia
“Hola, aquí Nightline, te escucho”. Los teléfonos de esta línea gratuita de atención para estudiantes en París no paran de sonar desde marzo. Todas las noches, entre las 9.30 pm. y las 2 a.m., esta asociación gestionada por estudiantes recibe decenas de llamadas de otros con síntomas de ansiedad o cuadros depresivos.
“¿Cuándo comenzaste a sentirte así?”, pregunta uno de los 60 voluntarios de Nightline que, después de haber seguido una formación, se turnan en los teléfonos. Del otro lado de la línea, jóvenes de entre 18 a 24 años buscan un oído amigo para desahogarse.
Los voluntarios no dan consejos directos, sino que se limitan a prestar una escucha empática, compasiva y libre de juicios. “A veces es más fácil desahogarse con alguien con el que no tienen una relación jerárquica, como un psicólogo, alguien como ellos que puede entender lo que están viviendo”, explica Daphne Argyrou, que trabaja en Nightline desde hace dos años, en diálogo con la agencia AFP.
Por motivos de confidencialidad, los voluntarios no pueden revelar los detalles de las conversaciones, pero señalan entre los síntomas más recurrentes problemas de ansiedad, tristeza, aislamiento, bajo estado de ánimo, insomnio y la aparición de trastornos como la depresión.
“Recibimos también muchas llamadas de estudiantes extranjeros, que tienen problemáticas particulares... No es fácil estar confinado en un país que no es el suyo, cuya lengua no dominan, con otros códigos culturales”, añade.
La asociación, creada en 2016, notó una explosión en el número de llamadas a partir del día en el que se decretó el primer confinamiento en Francia el 17 de marzo. “Entre 40 y 50 personas buscan contactarnos cada noche por teléfono o chat, es el doble que el año pasado”, afirma Florian Tirana, presidente de Nightline Francia.
Y los teléfonos suenan aún más desde que se decretó un segundo confinamiento hace 15 días para frenar el avance del coronavirus, que ya se ha cobrado la vida de casi 47.000 personas en Francia.
Médicos abandonan sus trabajos
Una se dedica ahora a la pastelería y el otro se apresta a convertirse en librero, pero ambos tienen en común haber dejado atrás sus experiencias de trabajo en hospitales, con condiciones de trabajo insoportables a raíz de la pandemia.
La francesa Nolwenn Le Bonzec llegó a Bruselas desde su natal región de Bretaña en busca de trabajo, y dejó atrás sin remordimientos su experiencia hospitalaria para dedicarse a hornear pequeños pasteles, y está convencida de que ese cambio “ha salvado mi salud mental”.
“Trabajé en hospitales durante cinco años y poco a poco he visto cómo se deterioraban las condiciones de trabajo y la salud se convertía en una mercancía”, dice la joven de 27 años, que ahora es responsable de los ‘cupcakes’ de la tienda “Lilicup”.
En tanto, Thomas Laurent ha decidido hacer realidad “un viejo sueño” después de 15 años trabajando en hospitales. Apasionado por las historietas desde su infancia, comenzará en enero su formación de librero, que es requerida en Francia.
Este enfermero francés de 35 años renunció recientemente a su trabajo en el servicio de urgencias de un famoso hospital de Lyon, en Francia, por considerar que las condiciones para el ejercicio de su profesión “ya eran insostenibles”.
La carencia permanente de personal y de recursos, y la falta de tiempo para cuidar bien a los pacientes, terminaron por corroer el entusiasmo.
Problemas con el personal de salud
Los médicos y enfermeros “no siempre tienen el reflejo de cuidarse a sí mismos, porque están acostumbrados a cuidar a los demás, esperan que todo su mundo se derrumbe a su alrededor” para tomar conciencia de lo que les está pasando, explica Astrid Van Male.
Algunos incluso se sienten culpables por tomarse un tiempo libre y aumentar la carga de trabajo de sus colegas.
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“Si no hacemos nada, pronto no habrá más enfermeros en los hospitales. Incluso enfermeras extranjeras ya no aceptan estas condiciones de trabajo”, advirtió.
Con la segunda oleada de la pandemia, los aplausos de las tardes en los balcones y ventanas se fueron apagando.
“Para las personas que aplauden, pero no se manifiestan con nosotros, es fácil. ¡Que pongan su energía en otra parte para ayudarnos!”, afirma sin remordimientos Le Bonzec, que aún se refiere en tiempo presente a la vida que ya dejó atrás.
Restricciones vigentes en Europa
En Alemania, recientemente entró en vigor un nuevo parón de la vida pública. Las restricciones actuales se traducen en el cierre de la gastronomía, el ocio nocturno, el deporte en sitios cerrados y la vida cultural durante al menos todo noviembre y la apuesta por mantener abiertas las escuelas y guarderías en la medida de lo posible.
En España rige el estado de alarma desde el 25 de octubre pasado, pero cada comunidad autónoma puede establecer sus propias medidas restrictivas. Estas contemplan restricciones de aforos, horarios de comercios y limitaciones a las reuniones sociales.
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En Francia, los negocios considerados no esenciales, como bares y restaurantes, están cerrados, pero las escuelas y las fábricas siguen abiertas.
En tanto, los irlandeses esperan que el confinamiento de seis semanas decretado el pasado 21 de octubre dé paso a unas Navidades relativamente “normales”, y aunque parece que se está aplanando la curva de contagios, los expertos advierten de que es necesario diseñar estrategias a largo plazo para eliminarlos completamente.
Grecia, que este sábado cumple dos semanas de confinamiento, todavía no ha conseguido doblegar la curva epidémica y los hospitales se encuentran en estado de alarma, con tan solo un 18 % de camas de uci disponibles.
Con información de AFP y EFE
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