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Kenji: entre la cárcel y un libro

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EL FUJIALBERTISMO
Además de la denuncia constitucional contra Dina Boluarte y Alberto Otárola, Patricia Benavides preparaba un pedido de detención preliminar para el primer ministro. Fuentes cercanas a la hoy ex Fiscal de la Nación dicen que le faltó tiempo para finiquitarla.
De haberse anticipado a sus ex aliados, Benavides habría desencadenado un pedido de vacancia presidencial en el Congreso.
Y otra habría sido la historia.
Esta es la versión que llegó a Palacio. Y es la historia que el premier le contó a la presidenta para que lo autorice a proponer un acuerdo.
La respuesta fue rápida. Se usó el caso del agente especial ‘Roberto’ y el misil que se apuró en salir desde el Ministerio Público fue interceptado, explotando en el noveno piso. En retribución, el partido de ‘Roberto’ logró el indulto de su líder histórico. Eso selló la confluencia de intereses de ambos bandos. Y así nació el fujialbertismo. Una alianza hermanada por la historia, que en el Perú siempre se repite como tragedia: Alberto Fujimori y su tocayo llegaron al poder casi por accidente, mientras un país en crisis se desangraba frente a la subversión. Ambos cambiaron el plan de gobierno original e hicieron lo que había que hacer, reza la fábula de la real politik.
No es lo único en que se parecen los Albertos. Como su antecesor, el actual acumula cada vez más poder. Ha retomado el control total del gabinete, a diferencia de lo que ocurría en setiembre. Ha alejado del poder a ministros personalistas, asesores boluartistas y cuotas de Nicanor. Y ha aislado a la presidenta. Ella, en un intento por recuperar terreno, ha convocado al embajador del Perú en España para conversar personalmente en Lima. Los cambios de fin de año revelarán qué tan fructífera fue esa conversación. Si solo hay cambios de ministros en el Minem, Salud, Cultura o el MEF, se habría impuesto Otárola.
LA VACANCIA TARDÍA
“No podemos generar más inestabilidad”, pidió la presidenta durante el último pleno del Congreso en el 2023. “Si es que hay una falta o es que hay un error, que eso se vea dentro del camino del debido proceso”, explicó. “Tenemos una democracia muy débil, si a eso le vamos a añadir este tipo de situaciones, no nos ayuda”, dijo Dina Boluarte. ‘A confesión de parte’, añadiría un abogado.
Un día antes, algunos operadores del gobierno estuvieron conversando con congresistas para que no se destituya a los miembros de la JNJ (Junta Nacional de Justicia). El presidente del Congreso, Alejandro Soto, puso de su parte postergando la citación y votación para remover a los miembros del JNJ. Es cierto que uno de los miembros está delicado de salud, al punto que se ha roto cuatro costillas. Pero claramente se sintió la mano de César Acuña, aliado del gobierno. No es casual que Alianza Para el Progreso (APP) sea el partido más beneficiado con los créditos suplementarios del MEF. La sorpresa fue la pasividad de Fuerza Popular, que con la experiencia parlamentaria que tiene no impuso la votación sobre el JNJ. “¿Por qué Fuerza Popular y APP postergarían el debate sobre la JNJ?”, le preguntó la periodista Mávila Huertas al congresista Jorge Montoya. “Algo van a ganar. Quizás sean intereses de poder. Acuña y los fujimoristas manejan el Congreso en alianza con Cerrón”, explicó lúcidamente el almirante Montoya. Porque hasta un reloj malogrado acierta dos veces al día.
Montoya anunció que presentaría una moción de censura contra Alejandro Soto. Comprensible reacción, considerando que Renovación Popular ha sido el partido más interesado en defender a Patricia Benavides, quien probablemente siga el camino político del magistrado brasileño Sergio Moro.
Hacia el final del pleno, un grupúsculo presentó una moción de vacancia presidencial. Demasiado tarde con respecto al plan original. “Hemos pedido una tregua al Congreso para que podamos llevarnos bien ambos poderes del gobierno”, respondió Boluarte, confundiendo gobierno con Estado. Un lapsus que dice mucho.
EL KENJISMO
La liberación del patriarca ha cambiado las expectativas familiares. Hasta antes de la muerte de ‘Nano’ Guerra García, no se le descartaba como posible candidato naranja, junto a pesos pesados como Luis Galarreta y ‘Miki’ Torres. Pero la salida de Alberto Fujimori cambia el panorama, concentrando la atención en la ex familia presidencial. Para bien y para mal. Se da por descontada la participación del padre en actividades sociales y políticas por todo el Perú, más como gesto simbólico que como actor político. Y también se preparan homenajes y ceremonias de resarcimiento para el expresidente. Por lo pronto, la agenda para visitarlo está copada.
Paralemente, el benjamín de los Fujimori se ha sentido reivindicado. Fue él quien logró el indulto, dice entre los suyos. Y quizás por eso le agradeció en públicamente y en primer lugar a PPK, mientras su hermana lo miraba sonriendo. En su entorno se busca cosechar políticamente la liberación del padre, reactivando la maquinaria que hizo de Kenji el otrora parlamentario más votado del 2011 y del 2016. Por aquellos años, Kenji preparaba un libro autobiográfico que buscaba presentarlo como una seria opción presidencial. El volumen recopilaba vivencias y testimonios de Kenji, agregando la correspondencia entre PPK y Alberto Fujimori, video llamadas incluidas. Se rumoreaba que Jorge Morelli era quien traducía la redacción de Kenji. Y se presumía que el libro ayudaría a posicionar a Kenji como nuevo líder del fujimorismo, en detrimento de su hermana. La publicación estaba planeada para el verano del 2018. Finalmente, los planes de publicación se cayeron con el indulto y el gobierno de PPK, fina cortesía de su hermana Keiko.
A continuación, un párrafo atribuido al libro que nunca salió publicado:
“El 5 de abril de 1992 mi familia y yo estábamos en El Pentagonito. En esa época vivíamos allí. De pronto mi padre se acerca y nos dice que prendamos la tele. Yo recuerdo que estábamos en la sala en plan vacilón, como quien se reúne a ver fútbol, y de pronto, en el monitor, aparece mi viejo con el mapa del Perú atrás y da un discurso. “Disolver”. “Disolver”- Eran momentos complicados. Al día siguiente, mi papá nos invita a hacer un paseo por la ciudad. Estaban todos los tanques en el Centro de Lima. Mi padre no dice nada, se siente un silencio tenso en las calles. Yo, con 12 años, sabía todo lo que puede saber un niño de 12 años cuando ve los tanques en la Plaza de Armas: aquí está pasando algo. Toda esa seriedad, sin embargo, se deshace al primer grito: “¡Buena, Chino!”. La gente, espontánea, empieza a dar vivas a mi padre. Los libros de historia sostienen que ese día el presidente Fuijimori cerró el Congreso y dio un autogolpe que tuvo más del 80% de apoyo popular. Pero en mi recuerdo solo hay gritos alegres que se van multiplicando en las calles que recorremos. Unos días después, mi padre estaba en su despacho en Palacio y me manda llamar. Me lleva a una sala que se encuentra al lado de una pequeña habitación en la que él descansaba. Lo recuerdo como si fuera ayer, se sienta y me dice: “Mis opositores y mis adversarios políticos nunca me van a perdonar el 5 de abril. Nunca. Me van a meter preso cuando termine mi gobierno. Tú dedícate a acabar el colegio. No sé cómo lo terminas, pero lo terminas”. La verdad yo no era un buen alumno, en ese entonces tenía de 5 a 7 jalados por bimestre. “Tú dedícate a estudiar en la universidad, porque tú me vas a ayudar a luchar por mi libertad”. El 5 de abril de 1992 yo tenía 12 años, era un pésimo estudiante, pero ya tenía una carrera política.”
Mientras relanza su imagen, Kenji deberá enfrentar al magistrado César San Martín en la Sala Penal Permanente de la Corte Suprema, que programó para este viernes 22 la audiencia de apelación de sentencia de 4 años y 6 meses de prisión efectiva por tráfico de influencias agravado contra el excongresista por el caso ‘Mamanivideos’. Así de compleja parece ser la relación entre los Fujimori y la prisión. Tema para otro libro.